lunes, 22 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 43

 


Un torrente de deseo recorrió su cuerpo. ¿Tan malo sería darle a Cenicienta su último baile con el príncipe? Pedro debió de notar su aquiescencia, porque la estrechó entre sus brazos y ambos comenzaron a moverse suavemente al ritmo de la música distante.


Paula deslizó las manos por detrás y las extendió sobre su espalda mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro. Nada podría hacerle daño mientras estuviera en sus brazos.


Le pareció lo más natural del mundo ladear la cabeza y acariciarle con la nariz el cuello. Respirar su aroma. Presionar la boca contra su pulso acelerado. Saborear su piel masculina por primera vez. Entonces se puso de puntillas hasta alcanzar su lóbulo y mordisquearlo suavemente con los dientes. Le llevó una eternidad.


Pedro deslizó las manos por su espalda y la presionó contra su cuerpo duro y fuerte. Paula consiguió liberar una mano y pasársela por el pelo para anclarse allí y poder deleitarse con el sabor de su piel.


—Paula… —fue más un gemido que una palabra.


Paula apenas tuvo tiempo de tomar aire antes de que Pedro agachara la cabeza y devorase sus labios. Había soñado con aquellos labios, pero ni siquiera sus fantasías más ardientes se parecían a aquello.


Pedro la levantó del suelo y se dio la vuelta para aprisionarla contra la pared sin dejar de besarla salvo para tomar aliento. La tenía presionada contra la pared solo con su cuerpo, lo que le dejaba libres las manos para recorrer su piel.


Arriba, abajo, arriba otra vez. Mientras exploraba su boca con la lengua.


Paula gimió y le rodeó las caderas con las piernas para asegurar su posición. Deseaba acercarse más. Cualquier cosa para aliviar el deseo que crecía en su interior.


Pedro le levantó la falda del vestido y comenzó a acariciarle los muslos y las nalgas. Ella echó la cabeza hacia atrás para tomar aire y él aprovechó para besarle el cuello.


—¡Eh, buscad una habitación!


Paula se quedó de piedra. Pedro se tensó y apartó la boca. Al mismo tiempo parecieron darse cuenta de lo que estaban haciendo. Y de dónde. Y con quién. El desconocido se alejó riéndose con una cerveza en la mano.


Paula se dio cuenta de que la explosión de color no estaba en su mente. Era real. Habían comenzado los fuegos artificiales, lo que hizo que todos los invitados al evento salieran al jardín, a tan solo veinte metros de donde ella se encontraba medio desnuda en una puerta con las piernas alrededor de un soldado de las Fuerzas Especiales.




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