lunes, 22 de noviembre de 2021

CORAZON INDOMABLE: CAPITULO 42

 

Cuando terminó la canción, otro hombre ocupó el lugar de Esteban. Un completo desconocido. Y luego otro, y otro. Bailó con medio pueblo antes de comenzar a sospechar que Carolina estaba orquestando aquella interacción social.


—¿Paula?


Paula se dio la vuelta de golpe.


—Julian. Hola.


—Has bailado con todos menos conmigo esta noche.


—Julián, lo siento. Estoy agotada.


—Hablo en serio, Paula. Con todos los hombres excepto conmigo.


Paula observó su expresión y olió el alcohol en su aliento.


—Lo comprendo, Julian. Pero lo siento, estoy cansada.


Julian la rodeó por la cintura con los brazos y tiró de ella.


—Baila conmigo…


Ella intentó zafarse, pero él se resistía. Así que hizo lo único que podía hacer. Deslizó las manos por su espalda y encontró el lugar mágico en su hombro izquierdo, que presionó con todas sus fuerzas.


Julián se retorció y dejó caer el brazo izquierdo.


—Hija de…


—He dicho que no, Julian. Tal vez no me hayas oído.


—Solo era un baile —dijo Julián algo avergonzado, a juzgar por su rubor.


—¿Todavía te duele? —preguntó ella, aunque gracias a su entrenamiento en artes marciales sabía que no.


—No, ya no —contestó él—. Lo siento. Creo que he bebido demasiado.


—No te preocupes, Julian. Tal vez necesites tomar el aire.


Julian murmuró algo y se alejó en dirección a la barra. Paula suspiró y recogió su bolso de la mesa. Tal vez pudiera quedarse sentada en el coche hasta que acabaran las formalidades. Salió por una puerta lateral y caminó hacia el aparcamiento de la parte de atrás.


De la nada, unas manos de acero le rodearon la cintura y tiraron de ella hacia las sombras de una puerta.


—¡Pedro!


—¿Has terminado ya de coquetear con todos los hombres de la fiesta? —preguntó él.


—Se llama bailar, Clint. A la gente le gusta.


—Que Dios me libre de las mujeres de lengua afilada.


—¿Por qué estás aquí fuera?


—Me había cansado de ver el espectáculo de Paula Chaves.


Fue como una bofetada. La única vez que ella podía ser princesa por una noche y él encontraba la manera de hacer que pareciera egoísta. Se dio la vuelta e intentó apartarse.


—Paula, espera —le agarró la muñeca suavemente y tiró de ella hacia la puerta—. No podía… No se me da bien relacionarme, al contrario que a ti. Me llevo mal con la gente. Esta es la primera vez que salgo realmente. En este tipo de eventos desde que… —se metió las manos en los bolsillos—. Necesitaba refuerzos.


—¿Y qué me dices de la ciudad?


—¿Qué pasa con la ciudad? —preguntó él confuso.


—Bueno… debe de haber muchos lugares como éste cuando vas allí.


—¿Qué crees que hago cuando voy a la ciudad?


De pronto Paula sonaba como Simone, basándose en cotilleos infundados.


—Eh…


—Entiendo. Crees que salgo de mi aislamiento en el bosque y me voy a los clubes a buscar sexo. ¿Es cierto?


—¿Y para qué vas?


El sonido de la banda en la lejanía llenó el silencio entre ellos. Pedro miró hacia abajo y negó con la cabeza.


—No para eso. Solo he venido aquí esta noche porque tú estarías. Confiaba en que…


—¿Qué?


—Esperaba que fueras mi amortiguador. Que me ayudaras con la transición.


—Esto no era una cita, Pedro.


—No estoy excusándome, solo explicándome por qué he salido. Por qué quiero quedarme aquí.


—¿Quieres irte a casa?


—¿Piensas en WildSprings como tu casa?


—Como tu casa —respondió ella—. Podemos irnos cuando quieras.


—Estoy bastante cómodo aquí —dijo él mientras se pegaba a ella.


—No puedes quedarte aquí solo toda la noche.


—No tengo que estar solo —deslizó las manos por su cintura y tiró de ella suavemente hasta que sus cuerpos se tocaron—. Nunca llegamos a terminar nuestro baile.


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