Pedro se acercó hasta el rincón en que estaba el árbol. La atención de Paula se vio inmediatamente atraída por su imagen. La parte trasera de su cuerpo, con sus anchos hombros y estrechas caderas, resultaba tan atractiva como la delantera. Tragó saliva mientras sentía que su cuerpo se acaloraba. Estaba claro que había llegado el momento de explorar parte del mundo… y de los hombres que lo habitaban. Era evidente que llevaba demasiado tiempo esperando…
Pedro se volvió de nuevo hacia ella.
–Firmaré por un año.
Paula abrió los ojos de par en par y, por un instante, olvidó el calor que aún le recorría el cuerpo.
–Ni siquiera sabe cuál es la renta…
–Eso da igual. Y quiero tener prioridad si en algún momento decide vender la casa.
–Hay un par de cosas que aún no le he dicho.
–¿Lleva algunas condiciones incluidas?
Paula asintió.
La expresión de Pedro se endureció.
–Tengo que seguir viviendo aquí mientras esté en la ciudad –explicó Paula precipitadamente.
–¿No suele estar normalmente en la ciudad? –preguntó Pedro con aspereza.
–Me voy al extranjero.
–¿Cuándo?
–Pronto –en cuanto tuviera el dinero, pero Paula decidió no mencionar que le iba a llevar unos meses conseguir la cantidad que necesitaba–. Tengo algunas cosas que hacer antes de irme.
Pedro asintió lentamente.
–De acuerdo.
Paula experimentó una repentina oleada de pánico. Iba a resultar duro ver a un extraño viviendo en la casa, pero no iba a quedarse allí para siempre y la casa seguiría siendo suya.
–La propiedad se ocupará del jardín –Paula vio la sonrisa de incredulidad de Pedro.
–Ya he comprobado lo denso que es el seto. ¿Me está diciendo en serio que tiene un jardinero?
–Totalmente en serio –replicó Paula–. El seto necesita muchos cuidados. Esa condición no es negociable.
La sonrisa que le dedicó Pedro estuvo a punto de distraerla peligrosamente.
–¿Y cómo se supone que accederé a la casa si no es a través del pasadizo del seto o del garaje?
–Hay una puerta oculta en el lateral del parque.
–¿Una puerta oculta? –Pedro rio.
El sonido de su risa era cálido, contagioso… y muy sexy. Paula tuvo que hacer esfuerzos para no quedarse boquiabierta y derretirse allí mismo. Se dio la vuelta para dejar de mirarlo y poder pensar.
–Parte del encanto de esta casa reside en su intimidad. ¿No es eso lo que busca?
–Muy astuta –dijo Pedro, repentinamente serio–. De acuerdo, las condiciones no suponen un problema. Sigo queriendo alquilarla por un año.
Paula se sintió aún más mareada que después de inhalar los perniciosos vapores del limpiador.
–Voy a necesitar referencias.
–Por supuesto. ¿Qué le parece si le dejo un depósito para asegurarme el alquiler? Nuestros abogados pueden redactar un contrato mañana mismo. Tiene abogado, ¿no?
–Claro. Su número aparece en el cartel. Haré que se ocupe de redactar el contrato.
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