Aquel día, Paula se marchó a su casa sin estar segura de lo que debería estar sintiendo. Tenía miedo de esperar que Rafael Cameron aceptara la nueva propuesta de Pedro. Efectivamente, sobre el papel todo tenía sentido y las proyecciones de futuro resultaban muy prometedoras. Sin embargo, eso no significaba que Cameron lo aceptara. Resultaba evidente que había tenido algo en contra de Industrias Worth desde incluso antes de regresar. Los ácidos editoriales de Gabriela en la Gazette habían resumido sus decisiones para que todos los comprendieran. Fueran cuales fueran sus motivos, lo que parecía decidido a cumplir era la total destrucción de la única empresa que mantenía con vida la ciudad. Pau dudaba que se pensara siquiera la nueva propuesta de Pedro, por muy prudentes que fueran sus recomendaciones.
Lo que más le había sorprendido aquel día había sido el aparente y total compromiso de Pedro con la empresa. Estaba preparado para enfrentarse a Rafael Cameron, aun sabiendo que era poco probable que se aceptara su propuesta. Tal vez había cometido un terrible error de juicio con él. Se había dado mucha prisa en acusarle de ser un tiburón financiero como su jefe. Se preguntó si se habría equivocado con él y esto le molestaba.
¿Debería haberle escuchado? ¿Debería haberle permitido que tratara de convencerla para que pensara como él o acaso Pedro tan sólo había estado buscando una razón para dar por terminado su acuerdo? Tal vez se había cansado de ella. Lo que no comprendía era el cambio sobre la granja de la que había hablado con tanto entusiasmo. Había significado mucho para él a muchos niveles y, sin embargo, se había deshecho de ella sin dudarlo. No tenía sentido.
Comenzó a preparar la cena para Facundo y para ella aunque no tenía apetito alguno. Estaba a punto de sacar un pollo del horno cuando oyó que la moto de Facundo se detenía frente a la casa. No tardó en escuchar la puerta y los pasos de su hermano.
–¿Qué pasa? –le preguntó ella cuando entró en la cocina.
Como respuesta, él la tomó entre sus brazos y comenzó a dar vueltas con ella.
–¡Las cosas no podrían ir mejor!
Paula se echó a reír mientras que Facundo volvía a dejarla en el suelo.
–¿Qué ha ocurrido?
Observó el rostro de su hermano. No había estado más animado desde que se graduó en la universidad.
–Buenas noticias. No. Mejor aún. Noticias magníficas.
–Eso ya me lo has dicho.
–Me han exculpado. Me han exonerado. Se me ha pedido perdón por la acusación.
–¡Facundo, eso es maravilloso! Me alegro mucho por ti. Yo jamás debería haber dudado de ti –susurró. Los ojos se le llenaron de lágrimas, que empezaron a caerle por las mejillas.
–Paula –dijo él mientras la tomaba entre sus brazos para darle un fuerte abrazo–. No importa. Sé que no siempre he sido un ángel, pero la última vez en los tribunales lo dije de corazón cuando te prometí que no te volvería a defraudar. Supongo que a partir de ahora me creerás.
Ella asintió y lo abrazó con fuerza.
–No quería echarme a llorar. Lo siento, es una excelente noticia, pero estoy llorando de felicidad.
–Lo sé.
–Bueno, cuéntame qué es lo que ha ocurrido –dijo Paula mientras sacaba el pollo del horno y lo servía.
–Ha sido increíble. Ella no lo sabía, pero la teníamos con la soga al cuello.
–¿A tu supervisora?
–Sí. Alfonso la está interrogando ahora. Por lo que hemos descubierto, ha estado metiendo mano a muchas otras cosas aparte de lo que quería atribuirme a mí.
–Eso es terrible. Y pensar que iba a dejar que tú cargaras con las culpas…
Paula añadió unas judías verdes a los platos y los llevó a la mesa. Facundo se sentó inmediatamente y tomó su tenedor.
–Y eso no es todo –añadió Facundo–. Alfonso me ha felicitado por mis habilidades contables que descubrieron las pistas que condujeron al verdadero culpable. ¿Sabes una cosa? Tal vez sea tan duro como el pedernal, pero, en lo más profundo de su ser, parece que le importa la gente. Cuando pensaba que yo era culpable, se mostró muy duro conmigo, pero ha sido lo suficientemente hombre como para darme la mano y disculparse cuando se ha dado cuenta de que yo era inocente.
El trozo de pollo que Paula acababa de comerse se le atascó en la garganta. Tuvo que tomar un poco de agua para tragarlo. El modo en el que Facundo había descrito a Alfonso no podría haber sido más acertado.
–¿Sabes una cosa? –prosiguió Facundo–. Yo estaba equivocado sobre los motivos de Alfonso. Ciertamente piensa en lo que más nos interesa. Siento haber sido tan duro con vosotros porque tú le ayudaras del modo en el que lo hiciste.
–No te preocupes –consiguió decir Paula–. Ya es agua pasada…
Facundo la miró fijamente, pero no insistió en el tema, algo que Paula le agradeció mucho.
–Se ha tomado muchas molestias por mí en este asunto, Paula. Ha recomendado al jefe de mi división que me ofrezca una beca de la empresa para que pueda volver a estudiar y especializarme en Contabilidad Forense, dado que parece que se me da muy bien. Me dijo que tenía una aptitud natural para ello. Considera que yo seré un pilar para la empresa en el futuro.
Paula casi no podía creer lo que estaba oyendo. Facundo siguió hablando ante las posibilidades que se abrían ante él.
Sin embargo, por mucho que se Paula se alegrara de lo de su hermano, ¿qué ocurriría con ellos si la fábrica se veía obligada a cerrar?
Fuera como fuera, Pedro Alfonso terminaría regresando a Nueva York o al lugar al que Rafael Cameron quisiera enviarlo. Él se llevaría consigo su corazón hecho pedazos.
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