sábado, 18 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 51

 

Por primera vez en su vida, Paula estaba haciendo algo a lo que quería dedicar toda su energía. De hecho, se trataba de dos cosas. ¿Cómo era posible que hubiera encontrado al mismo tiempo algo que verdaderamente quería hacer y al hombre con quien compartirlo, y que fuera completamente imposible convertirlo en realidad? ¿Cómo iba a decírselo si él estaba destinado a tan altas metas?


Pedro se tomó su silencio como una negativa.


–¿Y el violín?


–Sólo era un hobby. Se nota en cómo lo toco.


–Pero te encanta la música country.


–Sí, aunque no es frecuente tocar a Bach en estilo country. Si quieres luego te enseño.


Pedro rió.


–Sólo lo escucharé si tocas desnuda. Bueno, o con el sombrero vaquero puesto.


Pedro permaneció sentado en su taburete mientras ella trabajaba, charlando con Camilo sobre la liga de rugby. Paula lo observaba con el rabillo del ojo. Nunca lo había visto tan relajado, y encontraba irresistible esa faceta de su personalidad.


–Vayámonos a casa –dijo, insinuante–. Deja a Camilo al cargo.


–Que tú te hayas tomado la tarde libre no significa que los demás podamos hacerlo.


Nunca le había resultado tan peligroso como aquella noche. Nunca su corazón había latido tan aceleradamente.


–Camilo puede ocuparse –insistió él.


Pedro, de verdad que debo trabajar. Adelántate tú –dijo ella, indicando la puerta.


Él pareció decepcionado y Paula pensó que se debía a que esperaba que hiciera siempre lo que a él se le antojaba. El problema era que a ella también le apetecía, pero que ya no se trataba sólo de una mera atracción física, o una manera de combatir el insomnio. Empezaba a tener sueños irrealizables. Las palabras de Sara habían sido como un virus que empezaba a propagarse. Era impensable que pudiera conservarlo. No sería más que una rémora para él.


–Pasas demasiado tiempo aquí. Te ordené que te tomaras un día libre y no has obedecido –era evidente que Pedro no iba aceptar una negativa como respuesta–. ¡Camilo, ocúpate de cerrar!


Camilo se giró bruscamente desde la mesa que estaba recogiendo y los vasos que llevaba en la bandeja salieron disparados y se hicieron añicos.


Paula no pudo contener la risa mientras intentaba reprender a Pedro.


–No deberías haber hecho eso.


Pedro le lanzó una sonrisa pícara.


–Cárgalos a mi cuenta. Venga, vamos a divertirnos.


El Pedro informal quería jugar, y Paula fue incapaz de seguir resistiéndose




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