sábado, 11 de septiembre de 2021

NUESTRO CONTRATO: CAPÍTULO 29

 

Él no escucho y ella corrió tras él. Estaba segura de que en cuanto viera que tenía allí sus cosas la despediría. Pedro entró en el cuarto trasero y se quedó paralizado. Vio su mochila y la funda del violín.; vio el saco de dormir sobre el sofá y la sudadera enrollada a modo de almohada.


–¿Qué demonios es esto? –preguntó, volviéndose hacia ella.


Paula estaba desnuda, no tenía casa, acababa de acostarse con su jefe y luego lo había rechazado. Estaba metida en un buen lío.


–¿Dónde vives, Paula?


Pedro, yo…


–Tu dirección, Paula.


–No tengo piso todavía. Llegué el lunes a Wellington. Me he alojado en un albergue pero no soporto dormir con extraños. Me cuesta conciliar el sueño.


–¿Sufres de insomnio?


–Terriblemente.


–Otra cosa que tenemos en común –dijo Pedro contradiciendo la posible complicidad con un tono de voz helador.


Paula sonrió mostrando comprensión y confiando en que le sirviera para justifica su situación. Pedro permaneció impasible.


–He pensado que podía dormir aquí hasta que encuentre piso.


–Pues te equivocas.


–Sólo por una o dos noches, Pedro.


–Este es un edificio industrial, no residencial.


–¿Otra vez te preocupan las normativas?


Pedro la miró con frialdad.


–No va a dormir aquí, Paula.


Sin decir palabra, ella fue hasta el sofá y empezó a enrollar el saco.


–Paula–dijo Pedro con determinación.


–¿Qué? –preguntó ella sin detenerse.


–¿No crees que es mejor que te pongas algo de ropa?


Paula se paró en seco, súbitamente consciente de que estaba desnuda. Salió al bar y, tras ponerse la camiseta y la falda, volvió. Pedro había terminado de recoger el saco y tenía su bolsa y la funda del violín a sus pies. Le ofreció su chaqueta.


–Toma. Vámonos.


–¿A dónde? –preguntó ella sin tomar la chaqueta.


–Vas a instalarte en mi casa.


–Ni lo sueñes.


–Ahora mismo.


Paula lo miró perpleja.


–No estoy bromeando, Paula. Tengo un dormitorio de invitados enorme, son las seis de la mañana, y mañana tengo un montón de trabajo, así que no pienso discutir. No tendrás que dormir con desconocidos y aún menos conmigo, puesto que has dejado claro que la idea te horroriza. Vámonos.


Por primera vez en su vida Paula se quedó sin palabras.



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