viernes, 24 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 5

 


–Háblame de tu trabajo aquí. Por tu expediente, he visto que pasaste algún tiempo en la fábrica antes de empezar a trabajar en las oficinas.


–Sí –respondió ella. Aquellos labios que fingían ser castos se fruncían ligeramente mientras parecía elegir cuidadosamente lo que iba a decir a continuación–. Empecé en la fábrica, pero los turnos me dificultaban mucho poder estar con mi hermano antes y después del colegio. Pedí el traslado a Administración y aprendí lo que sé por haber empezado desde los trabajos más básicos.


–¿Poder estar con tu hermano?


Una nube pareció oscurecerle la mirada de aquellos ojos castaños. Se tomó su tiempo en responder.


–Sí, así es. Nuestros padres murieron cuando yo tenía dieciocho años y, durante los dos primeros años, salimos adelante con un pequeño seguro de vida que mi padre nos dejó. Por supuesto, ese dinero no podría mantenernos para siempre y Facundo aún estaba estudiando, por lo que yo tuve que encontrar un trabajo. Industrias Worth era más o menos el único lugar que contrataba en aquellos momentos.


Nada de todo aquello era nuevo para él, pero le gustaba saber que sus fuentes habían sido exactas a la hora de encontrar la información.


–No pudo haber sido fácil para ti.


–No lo fue.


De nuevo, una respuesta cuidadosa. Había respondido, pero sin dar detalles. Evidentemente, a la señorita Chaves le gustaba mantener bien ocultas sus cartas contra el pecho… y qué pecho. Ni siquiera el poco favorecedor corte del traje podía ocultar las rotundas curvas de su cuerpo. Para alguien que parecía querer ocultar sus atributos, mantenía una postura perfecta. Era ésta la que confirmaba que su primera impresión sobre ella no había estado en absoluto equivocada. Paula Chaves era una mujer de la cabeza a los pies, con la clase de silueta que habría aparecido pintada en el morro de todos los bombarderos de la historia de la aviación.


Pedro llevó de nuevo sus pensamientos al asunto que tenía entre manos.


–Veo que llevas cinco años ya en Administración –dijo.


–Sí. Me gustan los números –comentó ella con una sonrisa–. Tienden a tener más sentido que otras cosas.


Él le devolvió la sonrisa. Pensaba exactamente lo mismo. Su hermano mayor, Mauro, trabajaba en Recursos Humanos en Nueva York. Los problemas con los que Mauro se enfrentaba todos los días le encogían a Pedro el corazón.


–La mayor parte de lo que vas a hacer conmigo será diferente a los informes y tareas habituales que has estado haciendo aquí.


–Me gustan los desafíos –respondió Paula.


–Me alegra oírlo. Bien, empecemos con algo en lo que he estado trabajando –dijo él. Tomó la única carpeta que había sobre la mesa–. Échale un vistazo y dime cuáles son tus primeras impresiones.




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