domingo, 26 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 15

 


Cuando llegó la mañana, Pau estaba más que preocupada. Facundo no había ido a casa en toda la noche. A las cuatro de la mañana había perdido toda esperanza de conciliar el sueño y había hecho lo que siempre hacía cuando estaba estresada: limpiar. Cuando llegaron las siete y media, el cuarto de baño relucía, la cocina brillaba y todas las superficies de madera de la casa lanzaban destellos producto de la crema limpia muebles con olor a limón que su madre había utilizado siempre.


El aroma era, a su modo, un pequeño consuelo para ella. Se quitó los guantes y se dirigió con gesto agotado a la cocina para preparar café. Casi podía sentir la tranquilizadora presencia de su madre a su lado.


El rugido de la moto de Facundo frente a la casa la hizo salir volando hacia la puerta. La abrió de par en par y luego se quedó completamente inmóvil en el umbral. No sabía si él agradecería el alivio que sentía al verlo llegar a casa sano y salvo.


Facundo se dirigió lentamente hacia la puerta. Tenía el rostro agotado.


–Lo siento, Pau –dijo él mientras la tomaba entre sus brazos y la estrechaba entre ellos con fuerza–. Estaba tan enojado que tuve que pone espacio entre esta casa y yo, ¿sabes?


Ella asintió. Le resultaba imposible hablar con el nudo que tenía en la garganta. Él estaba en casa. Aquello era lo único que importaba. Lo condujo al interior de la casa y lo hizo sentarse en uno de los taburetes de la cocina. Entonces, se puso a hacer el desayuno. Mientras rompía los huevos en la sartén, él comenzó a hablar.


–Al menos, aún tengo trabajo.


–Así es –replicó Pau. Se dio cuenta de que Facundo aún desconocía su noticia. No se pondría muy contento cuando lo supiera. Respiró profundamente–. Hablando de trabajo…


–¿Qué? –preguntó Facundo inmediatamente, captando la intranquilidad de su hermana.


–Ayer me ascendieron…


–¿De verdad? Eso es genial –dijo él. Aunque dijo esas palabras, la falta de entusiasmo de su voz lo decía todo–. ¡Qué ironía! El mismo día que a mí me amonestan por escrito, a ti te ascienden. ¿Cuál es tu nuevo puesto?


–Se me ha ofrecido un puesto de asistente personal. Por ahora es algo temporal, pero espero que conduzca a cosas mejores en el futuro.


–Genial, Paula. ¿De quién eres asistente personal?


Se puso tensa. A su hermano no le iba a gustar aquel detalle.


Pedro Alfonso.


–Me estás tomando el pelo, ¿verdad? ¿De ese ser insufrible? Él era quien estaba a cargo del comité ayer. No lo has aceptado, ¿verdad? –dijo. Entonces, lo comprendió todo–. Sí lo has aceptado. Así fue como te enteraste de lo que me pasaba a mí.


–Tenía que hacerlo, Facundo. No me dejó opción alguna.


–¿Cómo? ¿Te obligó a aceptar un ascenso? Deberías haberle dicho que se lo metiera por donde le cupiera –replicó Facundo. Hizo un sonido de asco y sacudió la cabeza.


Pedro, te iba a mandar a la policía.


–Pero si te he dicho que yo no he hecho nada.


–Todas las pruebas te señalan a ti, Facundo. A menos que puedas demostrar lo contrario, él sujeta todos los hilos, incluso los míos –suspiró Pau mientras revolvía el cabello de su hermano–. No está tan mal. Tengo un aumento.


Prefirió no contarle el resto de las exigencias del señor Alfonso.


–A pesar de todo, no me gusta. No confío en ese tipo –gruñó Facundo mientras apartaba suavemente la mano de su hermana–. Espero que no hayas accedido a trabajar para él para que yo mantuviera mi trabajo.


Paula no respondió. Entonces, oyó el sonido de exasperación de su hermano.


–Lo has hecho, ¿verdad? ¿Cómo has podido acceder a algo así?


–Aún hay más –afirmó Paula.


–Claro que hay más. Con los hombres como él siempre hay más. ¿De qué se trata? ¿Acaso quiere retomar lo vuestro donde lo dejasteis allí por el mes de febrero? ¿Es eso?


–Algo por el estilo. No se lo puedes decir a nadie, Facundo. Prométeme que no le vas a decir ni una palabra de esto a nadie.


–Sí, claro. Voy a gritar por los tejados que mi hermana se está acostando con su jefe para salvar mi trabajo.


–¡No me estoy acostando con él! ¿Puedo recordarte que tengo que darte a ti las gracias por ponerme en esta situación? Me ha pedido que me haga pasar por su prometida, sólo durante un breve periodo de tiempo mientras que él soluciona un asunto.


–¿Su qué?



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