domingo, 26 de septiembre de 2021

MENTIRAS DE AMOR: CAPITULO 16

 

Paula no tuvo que dar más explicaciones por la oportuna interrupción del teléfono. Levantó el auricular y se lo colocó entre el hombro y la oreja mientras servía los huevos revueltos de Facundo.


–Paula, soy Pedro Alfonso.


Habría reconocido aquella voz en cualquier parte. El vello de los brazos y de la nuca se le puso de punta por la excitación. Todo su cuerpo se tensó como respuesta.


–Buenos días –replicó ella tan fríamente como pudo. Colocó el plato sobre la mesa delante de Pedro antes de retirarse al salón.


–Mira, sé que es muy temprano, pero quería hablar contigo antes de que fueras al despacho y así ahorrarte el viaje.


–¿Ahorrarme el viaje?


¿Acaso ya no quería que trabajara para él? ¿Significaba que iban a despedir a Pedro de todas maneras?


–Necesito que te reúnas conmigo en el club de tenis de Vista del Mar. Daré aviso en recepción de que te estoy esperando. ¿Cuánto vas a tardar en llegar?


Paula sabía que el equipo de ejecutivos de Rafael Cameron que estaban trabajando en la absorción se alojaba en el club. Su amiga Sara Richards trabajaba en el restaurante y se lo había comentado. Paula miró el reloj que le habían regalado a su padre por treinta años de servicio en Industrias Worth. Si se daba prisa, podía llegar allí a las ocho y media, dependiendo del tráfico.


–Podría estar allí sobre las ocho y media –dijo mientras catalogaba mentalmente su guardarropa y decidía qué se iba a poner aquel día.


–A ver si puede ser antes.


Antes de que ella pudiera responder, se dio cuenta de que Pedro ya había colgado.


–Claro, jefe. Lo que usted diga –replicó mientras apretaba el botón de desconexión y regresaba a la cocina.


–¿Algún problema? –preguntó Pedro.


–No. Sólo tengo que reunirme con el señor Alfonso en el club esta mañana.


–Tal vez quiera probarte antes de que empieces a trabajar para él –comentó con voz desagradable.


Paula permaneció en silencio. No sabía para qué la quería. Podría ser cualquier cosa, pero, sorprendentemente, no tenía miedo sino más bien anticipación. Refrenó aquel sentimiento antes de que pudiera echar alas. Tenía que recordar que no podía elegir. Pedro Alfonso la tenía entre la espada y la pared. Lo que ella quisiera no significaba nada más allá de mantener a Pedro fuera de prisión.


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