domingo, 22 de agosto de 2021

QUIERO TU CORAZÓN: CAPÍTULO 35

 


En cuanto Pau huyó de su oficina Pedro se acercó a la ventana y miró en la oscuridad, apenas notando su reflejo en el cristal. Al ceder a la tentación de besarla que había estado carcomiéndolo durante tanto tiempo, no había pensado en cómo podría tomárselo ella.


En ese momento sabía que primero debería haberla llevado a cenar a alguna parte en una cita, no hacer que sintiera que ser abordada íntimamente por su jefe formaba parte de su trabajo.


¿Había confundido un deseo recíproco con la renuencia a poner en peligro su trabajo? Se pasó las dos manos por el pelo y maldijo en voz baja con gran disgusto.


—Perdona.


La reaparición de Paula lo salvó de demorarse en su propia humillación. Despacio, giró la cara con los dedos pulgares firmemente anclados en su cinturón para evitar la tentación de volver a abrazarla.


¿Cómo era posible que cada vez que la miraba quedara aturdido por la belleza de su rostro? A pesar de que se había retocado el maquillaje y arreglado el cabello, no había logrado borrar por completo los vestigios delatadores de una mujer a la que acababan de besar con pasión.


Carraspeó.


—Sobre lo que ha sucedido… —comenzó Pedro.


Al mismo tiempo, Pau entró en el despacho con el bolso en una mano.


—No puede repetirse —declaró—. No mientras trabaje para ti.


Oír que una de sus propias preocupaciones era expuesta en voz alta como una amenaza bastó para hacerle perder los nervios.


—¿Crees que soy una especie de depredador que llegaría a aprovecharse de una de sus empleadas? —demandó.


Sentía como si otra persona hubiera tomado el control de su boca, haciéndolo decir cosas que después lamentaba en vez de ofrecer las disculpas que ella merecía.


Las mejillas de Paula se habían encendido y parecía aturdida.


—No, no es lo que pienso —replicó—. Yo no… —movió la cabeza—. Yo no pienso acostarme contigo.


—Quizá deberías esperar hasta que te lo pidieran. Si esa hubiera sido mi intención ¡te habría invitado a una cena mejor que una pizza la primera vez!


Pau abrió mucho los ojos, que brillaron a la luz con algo muy próximo a las lágrimas, «Dios», dijo él para sus adentros. ¡La había hecho llorar! Antes de que pudiera empezar a farfullar palabras de arrepentimiento, ella giró en redondo y se marchó.


Durante un momento, él sólo pudo permanecer paralizado y mirar boquiabierto la puerta. ¿Qué diablos acababa de pasar?


Su vacilación le había dado suficiente ventaja a Pau como para haber subido a su jeep cuando él llegó al aparcamiento.


Gritó su nombre, pero ella no se detuvo. Frustrado, la observó irse en una nube de polvo.




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