Nadie dijo una palabra mientras Damián recogía su chaqueta y salía de la sala. Ella habría preferido pasear desnuda por la Calle Principal antes que ir tras él, a pesar de que las mejillas le ardieron al recibir un par de miradas de simpatía.
—No le hagas caso —dijo Darío después de que Damián cerrara de un portazo—. Probablemente está nervioso por volver a casarse.
«O está irritado porque su hermano va a casarse con Ailin, la mujer a la que, después de todo, sigue amando», pensó Paula desconsolada. Se esforzó en que su sonrisa no vacilara.
Fuera como fuere, era evidente que había sido un gran error presentarse allí esa noche. Sólo le quedaba realizar una salida digna sin ponerse a llorar.
—Estará bien en cuanto deje de hacer pucheros —hizo un gesto indiferente con la mano, exhibiendo su nueva manicura— después de todo, a los fuegos artificiales nos gusta un hombre que tenga algo de chispa propia —les guiñó un ojo.
Un par de ellos rió entre dientes, apreciando el sarcasmo, y Mauricio alzó los dos dedos pulgares.
—Está claro que contigo tiene las dos manos llenas —dijo con otra de sus encantadoras sonrisas.
No era de extrañar que todas las mujeres de la ciudad estuvieran locas por él, aunque el sólo tenía ojos para Mia Smith.
—Tú debes saberlo, muchacho —musitó Rodrigo lo bastante alto como para que Paula lo oyera.
Gaston le dio un golpe en el brazo.
—Está noche se te ve magnifica, Paula —aseveró.
—Gracias, Jefe —tenía que salir de allí—. Voy a dejar que volváis a la partida. Os veré luego.
Salió de la sala entre un coro de animadas despedidas.
Mientras avanzaba por el pasillo, sacó el teléfono móvil del bolso y llamó a Damian, empeñada en exigir una explicación a su indignante conducta.
Ya me atrapó.
ResponderBorrar