martes, 8 de junio de 2021

NO TODO ESTÁ PERDIDO: CAPITULO 20

 


Paula aparcó el Volvo en la entrada del rancho Penny's Song y después de colocar a Maite en el cochecito se dirigió al corral para ver a los caballos.


Ella había crecido en Nashville, una ciudad llena de coches y tráfico, de modo que no era una experta en ganado o en ranchos, lo cual era una sorpresa para los que no la conocían bien. Pero en realidad nunca se había sentido cómoda del todo mientras vivía en el rancho Alfonso.


Una niña se acercó a ellas corriendo.


–¡Hola!


–Hola, Wanda –Paula sonrió a su nueva amiga.


–Hemos estado limpiando los cajones de los caballos. Olían muy mal.


–Ya me imagino.


–Pero esta tarde voy a ir a la tienda a cambiar mis puntos. Nos dan puntos por todas las tareas y voy a comprar a Cuddles.


–¿Quién es Cuddles?


–Un gatito con ojos de tigre.


–Ah, vaya, qué bien –Paula imaginó que sería un gatito de peluche.


La niña acarició la cabeza de Maite y su hija sonrió, mostrando unas encías sin dientes. Pero cuando llamaron para el almuerzo, Wanda corrió al saloon para reunirse con el resto de los niños.


Paula pasó el resto de la tarde en la tienda, ayudando a Paula, uno de los voluntarios, a colocar cosas en las estanterías. Y Maite cooperó quedándose dormida en el cochecito, detrás del mostrador.


Cuando despertó, Paula le dio el biberón y la tomó en brazos para pasearla por la tienda. Cinco niños, entre ellos Wanda, habían entrado en ese tiempo y todos querían jugar con ella.


–Hola otra vez. ¿Has venido a buscar a Cuddles, Wanda?


La niña asintió con la cabeza, acercándose a la estantería donde estaban los muñecos de peluche.


–He guardado mis puntos durante toda la semana.


–¿Y seguro que eso es lo que quieres?


–Es para mi hermana –respondió Wanda. –Tiene cinco años y me echa de menos.


Paula tragó saliva, sorprendida por la generosidad de la cría. Wanda había tenido que superar algo que haría que la mayoría de los niños se volvieran caprichosos y, sin embargo, en quien pensaba era en su hermana.


–Es un detalle muy bonito por tu parte. Seguro que le encantará.


Wanda le contó que pensaba dormir con Cuddles durante los próximos días, hasta que su hermana fuese a visitarla. Paula cerró poco después, con el corazón lleno de amor por todas las Wanda del mundo. Penny's Song era una aventura que merecía la pena, algo de lo que se sentía orgullosa, y se alegraba de haber hecho el esfuerzo.


Cuando estaba empujando el cochecito de Maite hacia la entrada del rancho vio a Federico Alfonso, el hermano de Pedro, charlando con Susy Johnson. Susy estaba riendo, la melena oscura flotaba sobre sus hombros. Que siempre estuviera sonriendo era algo que irritaba a Paula, pero tendría que acostumbrarse porque la joven era voluntaria en el rancho. Susy no había sido la raíz del problema con Pedro, pero sí el catalizador y la última persona a la que quería ver en ese momento.


Federico la saludó con la mano y, deseando que se la tragase la tierra, Paula se acercó.


–Paula Chaves, me habían dicho que habías vuelto al rancho –Federico la saludó con un cariñoso abrazo. –Estás muy guapa.


–Lo mismo digo.


Federico Alfonso era encantador y el más parecido a su legendario tatarabuelo, Carlos Alfonso, con sus ojos negros y su seductora sonrisa.


–¿Cómo estás?


–Metiéndome en jaleos, como siempre.


–Hola, Paula –la saludó Susy.


–Hola –Paula intentó sonreír. Se negaba a dejar que aquella chica la afectase o, al menos, intentaría disimular que la afectaba.


–Me he enterado de la muerte de tu amiga, lo siento mucho. Es muy noble por tu parte que hayas adoptado a la niña.


–Era mi obligación. Además, Maite es la alegría de mi vida.


En ese momento, Maite lanzó un grito y Paula puso los ojos en blanco.


–Es preciosa –dijo Federico. –Y tiene buenos pulmones.


–Preciosa y mojada –dijo Susy, señalando el pañal. –Me parece que tiene una gotera.


Paula observó, horrorizada, que se le había escapado el pipí y estaba manchando el cochecito.


–Ay, Dios mío –murmuró. Había olvidado cambiarle el pañal después de su siesta. –Será mejor que me vaya. La cambiaré en el coche… me alegro de haberos visto.


Federico la tomó del brazo.


–Espera, yo te ayudaré.


–Gracias –por el rabillo del ojo, Paula vio que Susy fruncía el ceño.


Peor para ella.


Con Maite llorando, el cochecito sucio y Susy Johnson mirándola con cara de mal genio, Paula había fracasado una vez más en sus labores como madre.





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