Pero luego se quedó pensando, y recordó algo que le había dicho Pedro sobre que, aunque aquel no fuera el momento adecuado, nada en la vida era perfecto. Él no esperaba que ella fuera perfecta y…
De pronto un alboroto fuera interrumpió sus pensamientos. Extrañada, se dirigió hacia la puerta del avión mientras escuchaba fragmentos de conversaciones de la gente.
–¿Qué es eso?
–¿Habéis visto ese avión?
–Creo que es un Thunderbolt P-47…
–¿Eres capaz de leer lo pone?
–Me preguntó quién será esa Paula…
¿Paula? ¿Un avión? Una esperanza que no se atrevía a albergar acudió a su mente, y sintió que un cosquilleo nervioso recorría su piel. Cuando salió a la puerta se detuvo en lo alto de la escalerilla metálica y se hizo visera con la mano para mirar al cielo, como todo el personal de mantenimiento del aeropuerto que andaba por allí y señalaba hacia arriba, hablando entre ellos.
Un avión de la Segunda Guerra Mundial volaba bajo por encima de ellos, un avión que le recordaba a uno que había visto en el hangar de Pedro, y detrás de él ondeaba una pancarta que decía en letras mayúsculas: «¡Te quiero, Paula Chaves!».
A Paula se le cortó el aliento y bajó lentamente los escalones mientras releía el mensaje. Para cuando pisó el asfalto, su mente por fin lo había procesado. Pedro estaba intentando volver a ganársela. A pesar de que no estaba en el momento adecuado para iniciar una relación, a pesar de los temores irracionales que ella tenía.
Pedro estaba tratando de decirle que no le importaba que ella no fuera perfecta, ni que las circunstancias no fueran perfectas. A ella tampoco le importaba que él no fuera perfecto, y estaba deseando que aterrizase para poder decírselo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario