sábado, 22 de mayo de 2021

EL TRATO: CAPÍTULO 26

 


Paula no había pensado en absoluto en esa posibilidad. De alguna manera, nunca se le había ocurrido el verlos alguna vez juntos. Eran dos entidades separadas y distintas en su vida, conectadas sólo a través suyo… y las acciones.


—Supongo —dijo—. Pero realmente no es necesario que vengas. Mateo y yo tenemos que discutir de algunas cosas que no tienen nada que ver con nuestro matrimonio. Sé lo cansado que debes de estar…


—Quiero ir.


—Bueno, si es así, supongo que puedo esperar un poco, si insistes.


—Insisto. Espérame en el estudio dentro de unos minutos.


Ella asintió y Pedro desapareció de su vista. Paula cerró los ojos y apretó los dientes. Eso lo iba a complicar todo. Desde el primer momento en que lo vio, Pedro había requerido la mayor parte de su atención y había pensado aprovechar el tiempo que durara el viaje para pensar en Mateo, en lo que le iba a decir y cómo podía hacerlo. Ahora no sería capaz de hacerlo.


Debía de haberse mostrado más firme; aunque, en parte, le agradaba la idea de llevar con ella a Pedro. Parecía realmente interesado en ir. ¿Por qué? ¿Quería de verdad entrar a formar parte de su vida? La idea a la vez la seducía y preocupaba.


Paula continuó bajando las escaleras. Dejó la maleta en el suelo y se dirigió al estudio. Mientras esperaba a Pedro, estuvo paseando por la habitación y, al cabo de menos de media hora, se abrió la puerta y apareció él. Vestía unos téjanos y un jersey verde que le sentaba muy bien. Se dio cuenta de que no le había visto hasta ese momento más que vestido con traje… excepto cuando no vestía nada en absoluto…


—¿Lista? —le preguntó.


—Sí —le dijo siguiéndolo.


Pedro la detuvo poniéndole una mano en el brazo. Ella lo miró. Tenía los ojos negros como la noche y más penetrantes que nunca. ¿Qué querría de ella?


—¿Una tregua? —dijo él suavemente.


—No. Quiero saber a qué te referías antes, en la escalera.


—Vamos a no hablar de eso ahora.


—¿Y cuándo lo vamos a hacer, Pedro? ¿Esta noche? ¿Mañana? ¡O tal vez después de tu próximo viaje urgentísimo!


—No me eches la culpa a mí, Paula; yo no he sido el que estaba ocupado.


—Creía que me habías dicho que estuviste muy ocupado durante el viaje.


—¿Es que no te diste cuenta de que estaba en plan sarcástico? ¡Tú fuiste la que estabas demasiado ocupada como para ponerte al teléfono cuando llamé!


—¿Que llamaste? ¿Me llamaste? —le preguntó ella con el corazón saltándole en el pecho.


—¡Por supuesto que te llamé! ¿Es que crees que podría dejar de hacerlo? Te llamé anoche. Y estabas demasiado ocupada como para hablar conmigo…


—No…


—Eduardo me dijo…


—No…


—¿No te avisó? ¿No te dijo que te pusieras al teléfono? ¿No te dijo que te había llamado?


Paula lo negó con la cabeza. Pedro murmuró una obscenidad y la abrazó.


—Lo mataré. ¡Lo juro! ¡Lo voy a estrangular!


El rostro de Paula estaba hundido en su pecho. Murmuró sin moverse:

—Entonces ¿llamaste?


Pedro se percató de que, hasta ese momento no se había dado cuenta de lo realmente vulnerable que era ella.


—Sí. Tardé, pero tenía que hablar contigo. Estaba tan afectado…


Entonces le levantó el rostro, abarcándolo con las manos mientras la miraba fijamente a los ojos.


—¿Cómo pudiste pensar que no lo haría? En especial después de la noche que pasamos juntos. No he podido dejar de pensar en ti durante todo el tiempo.


Paula sintió cómo la recorría la alegría como un soplo. Se agarró a la cintura de él, tanto para apoyarse como para tocarlo, sentir su fuerza. ¡Estaba en casa y la quería!


Al cabo de un rato, se separaron y Paula se arregló el vestido. Él le tomó luego la mano y se la besó.


—Se está haciendo tarde, es mejor que nos vayamos —dijo ella entonces.


Pedro sonrió. Estaba claro que ella necesitaba recobrar el control, las cosas iban muy rápido entre ellos. La atracción inicial que habían sentido se había transformado luego en enfado y resentimiento. Pero luego, hicieron el amor y todo cambió. Demasiado y demasiado pronto.


Tenía que empezar a conocerla y ella a él, antes de que todo fuera a más. La parte racional de él aceptaba esa verdad; el problema era convencer a su parte física, la cual últimamente había desarrollado una personalidad muy obstinada.



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