sábado, 24 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 34

 


Fueron en silencio hasta la habitación de Paula y, al llegar a la puerta, ella se volvió a mirarlo.


–Lo he pasado muy bien esta noche. Me ha gustado hablar contigo.


–Lo mismo digo.


–Bueno… gracias.


No sabía muy bien por qué le daba las gracias, pero asintió de todos modos.


Así, sin volver a mirarlo, Paula se metió en su habitación y cerró la puerta. Pedro se quedó allí de pie por lo menos un minuto, con la sensación de que no habían aclarado nada y con ganas de llamar a su puerta. El problema era que no tenía la menor idea de lo que quería decirle.


Aquello debería haber acabado ahí, pero había algo que no estaba bien, aunque no sabía qué.


«Te estás volviendo loco», pensó riéndose con amargura y luego echó a andar por el pasillo. Se sacó del bolsillo el teléfono cuyo número desconocía incluso Claudia y miró la lista de llamadas. El primer número era el de Paula. Sin saber muy bien por qué, lo guardó en la agenda de contactos y luego volvió a meterse el teléfono en el bolsillo.


Todo iría mejor al día siguiente, se prometió a sí mismo.


Se pasó la noche dando vueltas y sin poder quitarse de la cabeza a Paula y el beso que jamás deberían haberse dado. Los ratos en los que consiguió dormir, sus sueños se llenaron de imágenes sin sentido que lo dejaron inquieto y de mal humor.


Se levantó de la cama a las seis de la mañana, tan confuso como el día anterior, se dio una ducha, se vistió y desayunó antes de intentar concentrarse un poco en el trabajo, pero su mente se empeñaba una y otra vez en pensar en Paula y en Mia. Jorge le había dicho a eso de las once que iban a salir a la piscina y se dio cuenta de que quería ir con ellas.


–Voy a hacer unos largos –se dijo en voz alta. La natación siempre lo ayudaba a liberar tensiones.


Se puso el bañador y una camisa y se dirigió a la piscina. Nada más salir vio a Paula en el agua, con el pelo recogido en una coleta y ni una gota de maquillaje en la cara. En ese instante el vacío desapareció y dejó paso a un intenso deseo de estar con ella. Lo único que pudo pensar fue: «Pedro, estás metido en un buen lío».



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