sábado, 17 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 11

 


Esa noche, Pedro estaba nadando con la esperanza de que el ejercicio físico le ayudara a quitarse el estrés que se le echaba sobre los hombros como una capa de hierro, cuando empezó a sonarle el móvil. Salió de piscina y fue hasta la mesa donde había dejado el teléfono. Era su padre.


A punto estuvo de no responder porque imaginó que su padre habría hablado ya con la señorita Chaves y ella se habría quejado del frío recibimiento que había recibido de él. Seguramente el primer objetivo de aquella mujer sería abrir una brecha entre su padre y él.


–Padre, ¿qué tal está la tía Catalina?


–Muy enferma, hijo –le respondió su padre.


Pedro se le encogió el corazón. No estaba preparado para decir adiós a otro ser querido.


–En este momento la situación es impredecible, pero los médicos tienen esperanzas de que se recupere completamente.


Eso lo hizo respirar aliviado.


–Si necesitas algo, solo tienes que decírmelo.


–Sí que necesito algo, pero antes quería darte las gracias y decirte lo orgulloso que me siento. Orgulloso de ti y avergonzado de mí mismo.


–¿Por qué?


–Sé que te ha resultado muy difícil aceptar que haya podido enamorarme de otra persona, especialmente siendo alguien tan joven, y tenía miedo de que no trataras bien a Paula. Pero sé que has sido muy amable con ella… Siento mucho no haber confiado en ti, hijo. Debería haber sabido que eres un hombre íntegro.


¿Qué demonios le había dicho ella?


Pedro no sabía qué responder. ¿Qué diría si supiese la verdad? ¿Y por qué le habría mentido ella? ¿Era posible que realmente sintiese algo por su padre?


No, eso no podía ser. Sin duda era todo parte de un plan.


–¿Has visto lo preciosa que es la niña? –le preguntó su padre, completamente fascinado.


Pedro no recordaba haberle oído utilizar la palabra «preciosa» nunca.


–Sí –asintió, aunque no la había visto hacer otra cosa que gritar y dormir–. ¿Hay algo urgente sobre el trabajo que deba saber?


–No, no te preocupes por eso. He decidido hacer venir a mi equipo y trabajar desde aquí.


–No es necesario. Yo puedo encargarme de todo mientras estés fuera.


–Ya sabes que me vuelvo loco si no tengo nada que hacer. Así puedo trabajar y al mismo tiempo estar con Catalina.


Eran demasiadas molestias para tan poco tiempo. A no ser que no fuera a ser tan poco tiempo.


–¿Cuánto tiempo esperas estar fuera?


–Le he dicho a Paula que dos semanas –respondió–. Pero la verdad es que podría ser más.


Pedro tuvo un pálpito nada halagüeño.


–¿Cuánto más?


–Con suerte no más de tres o cuatro semanas.


Desde luego, la familia era lo primero, pero le parecía excesivo. Sobre todo teniendo una invitada.


–Un mes es mucho tiempo.


–¿Cuánto tiempo dejó aparcada su vida Catalina para estar con nosotros cuando tu madre estaba enferma?


Su tía había estado varios meses con ellos en la última etapa de la enfermedad y luego algunas semanas más después del funeral.


–Lo siento, estoy siendo muy egoísta. Tienes que estar con ella todo el tiempo que te necesite. Quizá debería ir contigo.


–Te necesito en palacio. Tatiana estará aquí conmigo, así que tienes que ser tú el que se encargue de que no les falte nada a Paula y a Mia.


–Por supuesto –estaba impaciente.


–Y quiero pedirte que las atiendas.


–¿Que las atienda?


–Sí, asegúrate de que no se aburran. Llévalas a ver cosas y haz que lo pasen bien.


Había decidido mantenerse alejado de ella cuanto fuera posible, no convertirse en su guía.


–Padre…


–Sé que es mucho pedir, teniendo en cuenta las circunstancias. Puede que al principio te resulte un poco incómodo, pero así tendréis la oportunidad de conoceros mejor. Es una mujer extraordinaria, hijo. Estoy seguro de que en cuanto la conozcas un poco más, la querrás tanto como yo.


–Padre, no creo que…


–Imagina cómo deben de sentirse su hija y ella, en un país en el que no conocen a nadie. Me siento fatal por dejarla en esa situación. Tardé semanas en convencerla para que viniera a Varieo y, si ahora se marcha, es posible que no quiera volver nunca.



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