sábado, 17 de abril de 2021

NO DEBO ENAMORARME: CAPÍTULO 10

 


¿Qué casa? Había realquilado su apartamento mientras estuviese en Varieo. Tenía un presupuesto muy ajustado y, habiendo pedido unas vacaciones sin sueldo, no tenía dinero para el alquiler.


–Te esperaré aquí –le dijo a Gabriel.


–Te prometo que hablaremos a diario. ¿Tienes tu ordenador?


–Sí, pero no he podido conectarme a Internet.


–Díselo a Pedro. Le he pedido que se asegure de que no te falte de nada. Fue a recibirte, ¿verdad?


–Sí.


–¿Y estuvo amable?


Podría decirle la verdad, pero solo serviría para hacer que Gabriel se sintiera mal y que aumentara la antipatía que le profesaba Pedro.


–Sí, muy amable.


–Me alegro mucho. La muerte de su madre ha sido un golpe muy duro para él.


–Y le será muy difícil imaginarte con otra persona.


–Exacto. Me siento muy orgulloso de él por haberte aceptado.


No lo estaría tanto si supiese cómo se había comportado realmente, pero eso quedaría entre Pedro y ella.


–¿Estarás bien?


–Claro. Estoy deseando visitar el pueblo.


–Seguro que Pedro estará encantado de acompañaros. Deberías proponérselo.


–Puede que lo haga –dijo, sabiendo que no era así.


–Seguro que acabaréis siendo amigos en cuanto os conozcáis mejor.


Ella no lo tenía tan claro.


–Te he dejado una sorpresa en el primer cajón del escritorio –le dijo entonces Gabriel.


–¿Qué clase de sorpresa? –preguntó ella, dirigiéndose ya hacia la mesa de trabajo.


–No sería una sorpresa si te lo dijera –bromeó–. Ve a ver.


Dentro del cajón encontró una tarjeta de crédito a su nombre. La agarró y suspiró.


–Gabriel, te lo agradezco mucho, pero…


–Sí, sí, lo sé. Eres demasiado orgullosa para aceptar un regalo mío. Pero yo quiero que lo hagas.


–No me sentiría cómoda gastándome tu dinero.


–Imagínate que ves algo que te gusta en el pueblo. Sé que no tienes muchos fondos y quiero que puedas darte algún capricho.


–Te tengo a ti, no necesito nada más.


–Por eso me pareces tan increíble, querida. Y por eso te quiero. Pero prométeme que la llevarás encima, por si acaso.


–La tendré a mano –le prometió al tiempo que volvía a dejarla en el cajón porque sabía que jamás gastaría ni un céntimo.

 

–Te echo mucho de menos, Paula. Estoy deseando empezar nuestra vida juntos.


–Si me quedo –matizó para recordarle que aún no había nada seguro.


–Te quedarás –aseguró con la misma seguridad y la misma certeza que había mostrado el día que le había pedido que se casara con él–. Tengo que dejarte, Paula. Ha venido el médico y quiero hablar con él.


–Claro.


–Te quiero, mi dulce Paula.


–Y yo a ti –respondió ella justo antes de que colgara.


Gabriel era una persona de fiar y eso era lo que necesitaba ella en un hombre. Ya había vivido muchas emociones, ahora buscaba una relación madura y duradera y eso era algo que Gabriel podía darle. Eso y mucho más, siempre y cuando ella fuese lo bastante lista y lo bastante fuerte para permitirle que lo hiciera.


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