lunes, 5 de abril de 2021

FARSANTES: CAPÍTULO 38

 


Pedro dio media vuelta en su saco de dormir y miró hacia el techo de la tienda de campaña. Llevaba seis días en el rancho. Seis días de frustración y de felicidad completa…


Paula era como un tornado que absorbía a todos los que pasaban a su lado. La falta de agua caliente en las duchas y la dureza del suelo para dormir dejaban de tener importancia, ante la simpatía y el entusiasmo de la vaquera.


Sus abuelos la querían con locura.


Los turistas la adoraban.


Los vaqueros eran capaces de hacer cualquier cosa por ella.


Sin embargo, a Pedro le hacía sentirse frustrado, a pesar de su sentido del humor. No habían vuelto a besarse como amigos. Alfonso se había concentrado en el trabajo duro del rancho. Con la intención de convertirse en un amigo de la familia, se dedicó a hacer méritos, ocupándose de todo tipo de tareas, consideradas poco apropiadas para los turistas, como alimentar a los animales, o limpiar las cuadras de los caballos.


Pedro se había dado cuenta de que, cualquier trabajo se convertía en un divertimento en cuanto Paula estaba a su lado, riendo alegremente y con los ojos más expresivos que nunca.


Lo que más le tranquilizaba era saber que ambos se deseaban mutuamente, con la misma intensidad.


Bostezando, Pedro salió de la tienda y se dirigió hacia las duchas, tapado con una toalla anudada a la cintura. El sol no había salido todavía detrás de las montañas, mientras que las últimas estrellas desaparecían con la claridad del nuevo día. Era miércoles y al cabo de unas horas, llegaría un nuevo grupo de turistas.


—Buenos días —saludó Paula, notando como Pedro se erguía ligeramente.


—Buenos días —contestó Alfonso, a su vez.


La guía le traía ropa limpia de parte de su abuela.


—Te la iba a dejar en tu tienda, pero ya que estás aquí, tómala.


Pedro reconoció varios téjanos y camisas, que estaban impecables.


—Vaya, vaya. Creo que le he caído bien a tu abuela —dijo Pedro, sonriendo.


—Eso es porque no paras de hacer méritos —contestó la vaquera, en broma.


En realidad, Alfonso se sentía molesto en presencia de la familia Harding. Pero ellos no tenían la culpa. Las familias felices eran un enigma para él. Sabía que Paula había fruncido el ceño cuando ambos se habían reunido con sus allegados del rancho. El problema era que él era incapaz de relajarse en ese ambiente.


¿Qué pasaría cuando se separaran después de las vacaciones?


Pedro no quería plantearse la pregunta. Quería aprovechar hasta el último minuto de su estancia en el rancho para estar con Paula.


—¿Qué tal una ducha entre amigos? —preguntó Alfonso, con picardía.


—Ni pensarlo —dijo la vaquera.


Ella se daba cuenta de que los objetivos de Pedro eran siempre los mismos. Lo único que variaba eran las tácticas que empleaba para conquistarlos…



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