lunes, 5 de abril de 2021

FARSANTES: CAPÍTULO 39

 


—¿Estás bien, querida? —le preguntó a Paula, su abuela.


—Claro que sí. ¿Qué podría pasarme?


—Pues no sé… algo relacionado con tu amigo.


—Apenas es mi amigo —dijo la joven—. Lo único que quiere es practicar el sexo conmigo.


—Eso estaría muy bien —sugirió Eva Harding.


—Pero abuela, no está bien que hables así. Se supone que tienes que salvaguardar mi honor y no respaldar a un hombre que sólo quiere tener relaciones pasajeras.


—Esas ideas están pasadas de moda. Yo pensaría más bien, en aprovechar todas las posibilidades de disfrutar que se nos presenten día a día.


—Pero en este caso, las posibilidades son escasamente interesantes. Lo que busca Pedro es sexo. Y no está enamorado de mí.


Eva sonreía serenamente.


—No te preocupes por eso. Los hombres suelen razonar partiendo del abdomen, pero posteriormente, los pensamientos terminan pasando por el corazón.


El propio corazón de Paula se aceleró ligeramente.


—Me da la impresión de que éste no es el caso. Yo no quiero que Pedro se enamore de mí, porque sería incapaz de quedarse a vivir en Montana.


—Pero, querida, el rancho no es lo más importante del mundo —exclamó Eva.


—No digas eso, abuela —respondió Paula cruzándose de brazos—. Espero que no pienses como el abuelo, que para llevar el rancho hace falta ser un hombre.


—Claro que no, cariño. Sé muy bien que lo harías de maravilla. Pero sería más fácil compartir la gestión del rancho con un hombre como Pedro. Dale una oportunidad, porque creo que se trata de una buena persona. Es posible que acabe sorprendiéndote.


Paula seguía pensando que la amistad de Alfonso no tenía futuro. Él sabía muy bien lo que quería: una aventura de verano. Y ante todo, la vaquera sabía que, aunque Pedro tuviese la intención de casarse, ella no reunía los requisitos para ser su esposa.


Y lo más importante era que a ella todo aquello le daba igual. Es más, la idea de que ambos se enamoraran le parecía absurda…


La vaquera se quedó mirando por la ventana, fascinada por el soberbio paisaje que se divisaba desde la casa familiar.


Con una sonrisa en los labios, Paula pensó que, pasara lo que pasara, ella siempre podría contar con su propio sentido del humor.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario