Después de haber subido durante mucho tiempo por la montaña, los jinetes llegaron al punto más elevado de la propiedad. Desde allí, era posible apreciar el rancho en toda su extensión. A partir de ese momento, su tarea iba a consistir en mover el ganado hacia otros prados más jugosos, con el fin de dejar que la tierra se recuperase y conseguir un equilibrio sostenible entre las distintas zonas de la hacienda.
Pedro pareció darse cuenta de que la mejor forma de seducir a Paula consistía en seguir hablando de la hacienda.
—Paula ¿tu familia se ha visto involucrada en las viejas pugnas entre pastores y vaqueros?
En aquel momento, el caballo de Paula se puso nervioso. Tenía más brío que las monturas de los turistas.
—Sí, chico, ya sé que te apetece galopar libremente, pero debes portarte bien.
Eso mismo se lo podría haber dicho la vaquera a sí misma. Tenía la necesidad de huir de Alfonso y, sin embargo, no podía separarse de él puesto que era su protegido. La verdad, era que Pedro se manejaba muy bien solo. Montaba a caballo como si lo hiciera a diario, sin la tensión propia de otros turistas.
Era lógico: Pedro Alfonso siempre hacía las cosas de modo adecuado.
—¿Qué me decías de las ovejas y las vacas? —preguntó Paula, intentando recuperar el hilo de la conversación.
—Te preguntaba si los Hardings han luchado alguna vez contra los pastores de ovejas. Creo que la guerra que se traían entre manos en el salvaje Oeste, era muy conflictiva.
—A ver, déjame pensar… Por lo que me han contado, un tío lejano murió de un tiro que le propinó un jugador de póker tramposo, justo detrás de uno de los establos.
—Pero eso no tiene nada que ver con las pugnas entre pastores.
—Pues no. Como te decía, mi tío detestaba a los estafadores. Sin embargo, le gustaba demasiado beber whisky y no tenía muy buena puntería con su revólver.
—Realmente, no se trataba de una buena combinación.
—Tú mismo lo has dicho. En cuanto a la guerra entre pastores y vaqueros, los rancheros se vieron involucrados en muchas ocasiones.
—¿Fue tan importante?
—Sí. Las ovejas pueden pacer en cualquier lugar y su paso devasta enormes praderas dañándolas seriamente, contrariamente a lo que hace el ganado vacuno.
—¿En vuestro rancho tenéis ovejas?
—No. Un antepasado que luchó contra el pastoreo, maldijo a todo descendiente que criara ovejas, amenazándole con la muerte inminente por un rayo.
—¡Se trataba de un hombre con fuertes convicciones! —exclamó Pedro alcanzándola y dándole un tirón a la trenza que recogía su bella melena.
—Somos una familia de luchadores —respondió Paula, criticando los avances de Alfonso, pero con un ápice de permisividad.
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