miércoles, 31 de marzo de 2021

FARSANTES: CAPÍTULO 23

 


Ella nunca se había sentido especialmente atractiva. Tenía un físico agradable y contaba más o menos con una figura proporcionada. Pero su estatura era francamente pequeña, tenía los ojos saltones y la barbilla excesivamente pequeña. Como la había definido un exnovio, era tan mona como un duendecillo.


Ser mona era lo último que querría una mujer para sentirse segura de su atractivo. Los gatos recién nacidos y los bebés foca eran monos. Pero ella quería ser sexy. Y daba la casualidad de que en presencia de Pedro, Paula se encontraba muy sexy.


Sin duda, estaba cayendo en el error de darle demasiada importancia a Alfonso, teniendo en cuenta lo diferentes que eran sus proyectos de vida… Desde luego, ella no tenía la mínima intención de cambiar, para adaptarse al ambiente de Pedro.


—Alfonso… —dijo Paula.


—Llámame Pedro —dijo el hombre, uniéndose un poco más al cuerpo de la monitora y dibujándole los labios suavemente, con la punta de los dedos—. Hueles muy bien.


—Tú también —respondió la vaquera—. No soy yo, es el heno el que huele tan bien.


Pedro alzó la cabeza de Paula con el índice y el pulgar, sonriendo abiertamente.


—No se trata del heno, pero voy a comprobarlo —pegándose a ella aún más, juntó su cara con la melena de color canela, e inhaló profundamente—. Eres tú, que hueles muy bien.


La vaquera se quedó un poco decepcionada: o sea que según él, olía solamente muy bien, después de lo excitada que la había puesto…


—¿Vas a besarme, o no? —le preguntó ella a Pedro.


—Es justo lo que estaba pensando.


—Olvida tus pensamientos —dijo Paula, hundiendo sus dedos entre la espesa cabellera masculina.


Ambos eran realmente diferentes: él muy alto y fuerte, y ella bajita y esbelta. Pero esa diferencia, no fue un obstáculo para que ella le rodeara con sus cálidos brazos. Ambos se besaron tierna y dulcemente, sintiendo la sensualidad de sus cuerpos, apoyados contra la pared del establo.


Le parecía sorprendente que Alfonso estuviese tan fuerte físicamente. Eso era normal entre los vaqueros del rancho, teniendo en cuenta lo duro que era su trabajo.


Después de besarse y abrazarse, Paula empezó a notar cómo se excitaba aún más el cuerpo de Pedro, a la altura del cinturón… La vaquera no pudo reprimir un gemido, mientras instintivamente, echaba la cabeza hacia atrás. Aquello excitó aún más a Pedro que volvió a reanimarla sensualmente, dándole eróticos besos en la boca.


Paula, estaba atrapada en aquella tormenta de sensaciones cálidas, violentas y excitantes.


Pedro


—Dime, Paula —respondió el hombre, saboreando los dulces labios de la guía e introduciendo la lengua con auténtica delicia. Con tales exquisiteces, Paula notaba como la sangre fluía dentro de sus venas y las olas de placer que parecían arrebatarle el sentido.


Un caballo relinchó acercándose a ellos, para jugar con su morro rosa, y les devolvió a la realidad, en cuestión de segundos.


—¿Pedro?


—Sí… —dijo Alfonso, paseando la mano izquierda por su pecho.


—¡Pedro! —saltó Paula, exasperada.


—Estoy contigo, mi amor.


—Ya lo sé, pero hay que darse prisa. Pronto llegarán el resto de los caballos con sus jinetes.


—¿Qué?


Paula volvió a posar sus pies en el suelo, riendo ante la actitud de Pedro.


—Que están a punto de llegar los demás —dijo la monitora, lo que hizo apartarse unos centímetros a su acompañante, para volver de nuevo a acariciarla con más énfasis aún.


La excitación había consumido las fuerzas de la vaquera, divertida ante tantas sensaciones placenteras.


Desde el momento en que se habían conocido, había existido una clara afinidad sexual entre los dos. Parecía inevitable que se hubieran unido con tanta facilidad.



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