martes, 23 de febrero de 2021

UN EXTRAÑO EN LA CAMA: CAPÍTULO 20

 


—No me digas que me lo advertiste —le dijo Paula a Pedro—. Julia está muy sensible con el tema.


Él levantó las manos.


—Eh, solo pretendía avisarla. No quería que el tipo resultase ser un estafador. Julia parece buena persona, lo siento por ella.


—Bueno —respondió Paula más tranquila.


Rob sonrió.


—No obstante, a ti puedo decírtelo: te lo advertí.


—Fue una casualidad.


—De eso nada. Se llama instinto, reforzado por años recopilando información y dando noticias.


—Cuando llegue Julia, no le podemos hablar del tema. No quiero que se sienta como una tonta. Podría haberle ocurrido a cualquiera.


—¿Y para qué va a venir?


Paula tuvo la sensación de que Pedro también se preguntaba qué hacía ella allí.


No habían mencionado el apasionado beso que se habían dado el día anterior y ella se había alegrado de poder contarle la dramática historia de su amiga nada más llegar a Bellamy. No había habido incómodos silencios ni habían hablado de algo que ella prefería olvidar.


Aunque Pedro estuviese muy atractivo vestido con vaqueros y una camiseta vieja, y aunque el hecho de que estuviese descalzo le resultase tan sexy.


—No me gusta cómo hemos decorado la habitación pequeña del piso de arriba. Para los MacDonald estaba bien como habitación infantil, pero la mayoría de las personas que están buscando casa no tienen bebés, así que he pensado en convertirla en una habitación para un niño mayor, con una cama y un escritorio.


—¿Y por qué no se imagina cada uno lo que va a querer poner en ella?


Paula se quedó pensativa.


—Es una posibilidad, supongo, pero la mayoría de la gente solo ve lo que tiene delante. Así que lo que queremos es que la casa les guste tanto que no puedan resistirse a comprarla. Este es un barrio familiar, con colegios cerca y un gran parque al otro lado de la calle, así que tiene sentido decorarla para una familia.


—Así que vas a poner una cama y un escritorio en esa habitación. Así es como estaba cuando era la mía.


—Me alegra que te parezca bien el cambio, por cierto, estaría bien que te marcharas porque hoy tenemos dos visitas entre las dos y las tres de la tarde.


Pedro frunció el ceño.


—Hicimos un trato. Tú podías intentar vender la casa y yo, vivir en ella.


—Solo tienes que marcharte quince minutos antes de la primera cita para que me dé tiempo a recogerlo todo antes de que lleguen los clientes.


—Eh, soy ordenado.


—Es cierto. Y eso es una suerte, pero tengo que esconder tus zapatos y tu cepillo de dientes, por ejemplo.


—Deja en paz a mi cepillo de dientes. Es algo muy personal, íntimo.


Y al oír aquella palabra Paula volvió a sentir deseo por él, intentó contenerlo.


—Está bien. Escóndelo tú.


—De acuerdo —dijo Pedro a regañadientes, y ella supo que también se había acordado del beso.


Llamaron a la puerta y esta se abrió.


—Hola —dijo Julia.


—Estamos en la cocina —le contestó Paula, llevándose un dedo a los labios para que Pedro recordase que no tenían que hablar del desengaño de su amiga.


Esta entró como una actriz de telenovela.


—¡Me siento como una tonta! —gimoteó—. Jamás volveré a salir con nadie.


Aunque Julia había hablado con un tono tragicómico, se le notaba en la cara que había estado llorando.


—No puedes rendirte —le dijo a su mejor amiga.


—Cuando vi la fotografía, supe que era demasiado guapo para mí.


—Seguro que el de la fotografía no era él —comentó Pedro—. ¿Sabes qué? Que seguro que es un veinteañero nigeriano que habla bien inglés. Habrá utilizado la fotografía de algún modelo.


—Pues a mí me encantaba su acento. Me dijo que había nacido en Manchester y que había vivido en muchas partes del mundo. Por eso tenía un acento diferente —argumentó Julia. Luego, se dio un golpe en la frente—. Y yo me lo creí. Piqué el anzuelo.


—No, no lo hiciste —le contestó Pedro—. No enviaste el dinero, así que no ha ganado nada contigo.


Pedro era mucho más directo de lo que Paula habría sido, pero su franqueza causó un buen efecto en Julia que, de repente, ya no parecía tan abatida. Paula observó cómo Pedro hablaba con su amiga y pensó que era un buen tipo, además de besar muy bien.



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