lunes, 25 de enero de 2021

UNA PELIGROSA PROPOSICIÓN: CAPÍTULO 24

 


—¿Está cómoda, señorita Chaves?


La voz suave y grave de Helena, la masajista que estaba atendiendo a Paula, irritó a esta.


—Tan cómoda como es posible estando semidesnuda y boca abajo en una camilla de masaje con las manos de una desconocida sobre mí.


—Deduzco que nunca le han dado un masaje hasta ahora.


—Es cierto —Paula nunca había tenido tiempo, y tampoco lo tenía en aquellos momentos.


No podía creer que hubiera permitido a Pedro que la llevara a aquel salón de belleza.


—Espero no estar haciéndole daño.


—No —lo cierto era que la experiencia no estaba resultando tan desagradable como esperaba. Pero no podía permitirse perder el tiempo de aquella manera. Además, no entendía qué tenía que ver un masaje con conquistar a Darío.


—Está muy tensa. Lo siento en sus músculos, así que trate de relajarse y déjeme hacer mi trabajo.


Paula alzó la cabeza y miró por encima del hombro.


—¿Por casualidad tiene un teléfono móvil por aquí?


—No, señorita Chaves —Helena la empujó con suavidad para que volviera a tumbarse—. Ocuparse de su trabajo a la vez que le doy un masaje podría resultar contraproducente. Además, incluso las personas más ocupadas consideran que un día en Jacqui resulta beneficioso. Pero tiene que darse la oportunidad. Así que, por favor, trate de relajarse para que pueda liberar los nudos de tensión que tiene en los hombros.


Paula bostezó mientras Helena echaba más aceite en su espalda. A pesar de sus intentos de convencer a Pedro, lo más probable era que este creyera que ella no iba a cumplir con su parte del compromiso si él no cumplía con la suya. Afortunadamente, aquello tenía fácil arreglo. En cuanto volviera a la oficina pondría a trabajar a sus abogados para que redactaran un acuerdo. Entonces, Pedro tendría que creerla.


¿Dónde estaría? La última vez que lo había visto estaba en el salón principal, despidiéndose de ella con la mano mientras Jacqui, la preciosa dueña de aquel lugar, la acompañaba a la sala de masajes. Suspiró. Si al menos tuviera el móvil podría…



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