sábado, 22 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 53




Paula se sentó en las gradas, miró el campo de fútbol y suspiró. Nunca había visto un partido de fútbol cuando iba al instituto, pero recordaba la emoción de la gente sobre la capacidad atlética de Pedro y porque, finalmente, podían hacerse con el título estatal. El vecino pueblo de Beardington había ganado tres veces y era decepcionante que Divine nunca hubiera conseguido el trofeo. Aquel año, un tornado había destruido el granero y los dueños, que vivían fuera del estado, habían decidido no reconstruirlo, la iglesia más vieja del pueblo se había carbonizado víctima de un defecto en la instalación eléctrica y lo peor de todo había sido la muerte de una familia entera cuando el coche en el que viajaban se había salido de la carretera. El fútbol dio al pueblo una distracción, algo con lo que soñar.

—Parece tan inofensivo —murmuró, buscando todavía una señal en el campo.

—Muchos recuerdos hay en este lugar —dijo una voz. Paula no se sorprendió porque fuera Pedro.

—No para mí, yo nunca vi un partido aquí.

—¿Nunca?

—Mi padre quería que estudiase, no que perdiera el tiempo con friv… —se detuvo sabiendo que Pedro nunca diría que el fútbol era algo frívolo—. No quería que hiciera actividades extraescolares.

—Sabes lo que opino de tu padre.

—Tenía sus defectos, pero estaba perdido y solo. No importa lo que parezca, yo sé que quería lo mejor para mí, sólo que no sabía cómo manifestarlo.

Pedro supuso que el padre de Paula había sido como él… un hombre decepcionado con la vida y enfadado sin ni siquiera saberlo. Quizá por eso Paula lo entendía sin que él mismo se entendiera.

—Debería haberte permitido tener infancia.

—Me di cuenta hace mucho tiempo de que tenía miedo, Pedro. Era inseguro y estaba cansado de sus derrotas. Quería que mi vida fuera mejor que la suya y sólo sabía hacerlo presionándome. Quizá no fuese la manera de la que me hubiera gustado ser querida, pero era todo lo que podía dar.

—Supongo —Pedro miró el campo de fútbol que había albergado tantos de sus sueños.

Probablemente se habría convertido en un famoso futbolista si las cosas hubieran salido de otra manera.

—¿Por qué has venido aquí? —preguntó ella tras un largo silencio.

—Te estaba buscando.

—¿Por qué?

—Porque me he dado cuenta de que he sido idiota. Afortunadamente es algo pasajero, aunque cuento contigo para curarme.

Paula se rió y quiso a Pedro más que nunca.

—Bueno, siempre me han tachado de lista pero de corazón blando así que no sé lo útil que te puedo ser.

—No eres blanda de corazón. Tienes un corazón muy bonito y está a tono con tu belleza exterior.

Paula apoyó la cabeza en el hombro de Pedro. No hacía mucho habría evitado cualquier comentario sobre su inteligencia, su cerebro o sus proezas académicas, que tantos problemas le habían causado en su matrimonio. Pero con Pedro era diferente.

—Sé cómo puedes curarme, Paula.

—¿Cómo?

—Diciéndome que me quieres como yo te quiero a ti.

—¿Qué?

—Te quiero —Pedro tomó la mano de Paula y la miró a los ojos. Ya había hecho un milagro yendo a casa de su abuelo y Pedro rezaba por que hiciera otro—. Me ha llevado bastante darme cuenta de ello. Sé que en el instituto eras especial, pero yo era un idiota y un cobarde y probablemente no merezca otra oportunidad, pero tengo que pedírtela.

—Creí que habías dicho que el amor era demasiado arriesgado.

El amor era arriesgado, pero vivir sin él era peor. Además, Paula nunca lo traicionaría. Y además, el amor era lo que hacía que mereciera la pena vivir.

—Digo muchas estupideces.

Sé inclinó y la besó en los labios.

—Pero amarte a ti es lo más inteligente que he hecho en mi vida. Incluso pienso mudarme a Divine y trabajar en el proyecto del Ayuntamiento. Chicago no sería un hogar sin ti. Quiero casarme contigo, que seas la madre de mis hijos y, sobre todo, que seas mi amiga y mi amante.


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