sábado, 5 de diciembre de 2020

VENGANZA: CAPÍTULO 34

 



Maia, su representante, le había conseguido un contrato en Australia para los próximos tres meses. Y con el dinero que iban a pagarle podría cancelar la deuda de su tarjeta de crédito y ahorrar algo de dinero para cuando llegase el niño. Había sido algo inesperado… y fantástico.


Pero en cuanto a decirle a Pedro lo del embarazo, al final sus padres la convencieron de que sería más honesto decírselo cara a cara. Su padre se ofreció voluntario para ir con ella a Strathmos, pero Paula insistió en que no hacía falta. Aunque se alegraba de verlo tan contento. Su embarazo había alegrado a su padre más que a nadie. Quizá porque era un poco como recuperar a Mariana…


Paula había insistido en que viajar hasta Strathmos era un gasto que no podía permitirse por el momento, pero sus padres insistieron en pagarle el billete y, al final, no pudo negarse.


De modo que, una semana después, Paula se encontró en la isla de Strathmos de nuevo. Había llamado antes para comprobar que Pedro estaría allí, claro. Y la primera persona a la que vio en cuanto llegó al hotel fue Lucie.


—¡Paula… has vuelto!


—No para quedarme. Sólo he venido para hablar con Pedro.


—Está por ahí. Pero tienes que quedarte para ver el espectáculo de Navidad. Stella Argyris es insoportable…


Siguieron charlando durante un rato y, mientras lo hacían, Paula miraba de un lado a otro.


—¿Sabes dónde puedo encontrar a Pedro?


—Antes lo he visto hablando con Mauricio en la puerta, pero no sé dónde puede estar ahora. Mira en el casino.


No lo encontró en el casino, ni el vestíbulo, ni el bar Dionisio. Paula estaba a punto de subir a su suite cuando lo vio sentado en uno de los muchos cafés del hotel, con una mujer que hacía todo lo posible por llamar su atención: tocarse la melena, pestañear, sonreír invitadora mientras mostraba un escote de escándalo.


Pedro sonreía, encantado.


Paula se dio la vuelta, con el corazón encogido. ¿Qué había esperado? Pedro Alfonso era un hombre muy atractivo, millonario, poderoso. Sin embargo, verlo con otra mujer le rompió el corazón. Cegada, salió prácticamente corriendo a la calle, el frío viento helando su cara.


Evidentemente, Pedro Alfonso tenía una nueva amante. Desde luego, no perdía el tiempo.


No podía hablar con él. No tenía sentido decirle que estaba embarazada. No, lo mejor sería volver a su casa…


Pero cuando se dio la vuelta, vio que Pedro se acercaba con expresión seria. ¿Por qué había vuelto a Strathmos?, se preguntó. ¿Qué había pensado conseguir con eso? Debería haberlo llamado por teléfono desde Auckland…


—Me había parecido que eras tú. ¿Qué quieres?


—He cometido un error. No debería haber venido.


—Entonces, ¿por qué estás aquí?


—Da igual. Ya no importa —suspiró Paula.


—Algo te ha traído aquí. ¿Vas a decírmelo o no?


El tono antipático y la expresión severa hicieron que Paula se diese la vuelta, indignada.


—Tenemos que hablar —insistió él, colocándose a su lado.


—No, no tenemos nada que hablar —replicó ella—. No hay nada que decir.


—Espera… —Pedro la tomó del brazo.


—¡Suéltame!


—Querías verme, ¿no? Pues ya me estás viendo. Dime lo que tengas que decir.


—Ya no tengo nada que decirte, Pedro. He cambiado de opinión.


—Muy bien, entonces hablaré yo. Pero sugiero que lo hagamos en un sitio privado. En mi suite. A menos que quieras hacerlo en público…


—No, claro que no. No está bien que el jefe discuta con su antigua amante en público.


—A mí me da igual la gente —replicó Pedro—. Lo decía por ti.


Paula lo pensó un momento y después asintió con la cabeza.


—Muy bien, hablemos —dijo en cuanto Pedro cerró la puerta de la suite.


Salvo por un árbol de Navidad adornado con bolas rojas y doradas, nada había cambiado. Paula no sabía por qué había esperado que algo cambiase. Quizá porque todo había cambiado para ella.


Ahora estaba esperando un hijo suyo.


—Siéntate… por favor. Dime, ¿por qué has venido a verme?


Paula se mordió los labios. No sabía cómo iba a reaccionar ante la noticia…


—Estoy embarazada.


Esperase lo que esperase, aquello lo pilló claramente por sorpresa.


—¿Cómo has dicho?


—Que estoy embarazada —repitió ella.


—Estás embarazada. ¿Lo has hecho a propósito?




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