sábado, 5 de diciembre de 2020

VENGANZA: CAPÍTULO 33

 


El tiempo en Auckland en diciembre era húmedo y desapacible. Paula, que había salido de compras con su madre, entró corriendo en el baño sujetando en la mano la cajita que había comprado en la farmacia. En menos de cinco minutos tenía la respuesta que tanto había temido.


—Mamá. Me temo que tengo que darte una sorpresa.


—¿Qué pasa, cariño?


—Estoy embarazada.


Su madre se llevó una mano al corazón.


—¿Estás segura?


—Acabo de hacerme la prueba… —contestó Paula, mostrándole el indicador.


—¿Y quién es el padre?


—Mamá…


—¿No quieres decírmelo?


—Lo haré cuando esté preparada —suspiró ella, abrazando a su madre—. No deberías ser tan comprensiva, mamá.


—¿Cómo no voy a serlo? ¿Sabes de cuánto tiempo estás?


—No mucho. Sólo he tenido una falta. Por eso compré la prueba. Como siempre he sido tan regular…


—Tienes que ir al ginecólogo. Puede que no estés embarazada. A veces pasan esas cosas. Quizá tu cuerpo está raro después de un viaje tan largo.


—Llevo aquí dos semanas, mamá.


Betty Chaves sacudió la cabeza.


—Pero si tomas la píldora es muy raro que estés embarazada.


—Es que no tomo la píldora. La dejé hace unos meses. No había nadie en mi vida, así que no tenía sentido tomarla. Pero él usó… bueno, ya sabes. No sé qué puede haber pasado. Iré al ginecólogo, pero dudo que eso vaya a cambiar nada.


—Cariño…


—Mamá, quizá debería decirte la verdad. El padre es…


—¿Sí, cielo?


—Es Pedro Alfonso.


Su madre se llevó una mano a la boca.


—Dios mío… No pasa nada, cariño. Tu padre y yo te ayudaremos en todo, ya lo sabes.


—Lo sé, pero quiero que entendáis una cosa: Pedro no es el responsable de la muerte de Mariana. Fue otro hombre, Jean-Paul Moreau. Creo que Mariana estaba enamorada de él, y él la recompensó convirtiéndola en adicta a la cocaína. Espero que se queme en el infierno.


Más tarde, Paula volvió a su apartamento. Le resultaba extraño vivir en una ciudad grande después de haber vivido en una isla…


Mientras se preparaba un té, no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Su hijo, iba a tener un hijo con Pedro Alfonso… y tenía que decírselo. Tenía que hacerle saber que iba a ser padre. Era su obligación.




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