viernes, 18 de diciembre de 2020

SIN TU AMOR: CAPITULO 3

 

Estaba prácticamente a su lado y la miraba con una sonrisa en el rostro. No era la sonrisa devastadora que había exhibido aquella primera noche, aun así, bastó para que la temperatura le subiera varios grados. No era justo que un tipo así tuviera semejante don.


Paula le dedicó una radiante sonrisa que ocultaba el hecho de que por dentro estaba hecha pedazos. El orgullo le dictaba mantener la compostura.


–¡Vaya, Pedro! –la voz sonó entrecortada.


Increíble. Él la miraba como si estuviera en su ambiente. Como si hubiera estado de safari en África un mes. Incluso estaba bronceado, aunque sabía que con sólo unos segundos al sol, su piel adquiría ese maravilloso bronceado. Sucedió en Gibraltar. No quería pensar en ello otra vez. El calor proveniente de cada rincón de su cuerpo se concentró en el centro.


–Paula –él no parecía agitado sino tranquilo. Señaló un asiento vacío junto a ella–. ¿Puedo?


–Por supuesto –ella seguía sonriendo–. Por favor.


El latido del corazón se intensificó mientras se apartaba de él todo lo que podía.


No podía ser. No podía estar allí. Y no podía pensar en… en lo que había estado pensando.


–Qué curioso verte aquí –continuó–. En África.


–Menuda casualidad, ¿verdad? –él se sentó y le dedicó una traviesa sonrisa.


–Desde luego –contestó ella en un tono de voz que evidenciaba que no se lo creía–. ¿Quién te dijo que estaba aquí?


–Nadie –se defendió él con gesto inocente–. De verdad que ha sido casualidad.


Sí, claro.


–Por cierto –Pedro se volvió hacia ella, mirándola demasiado intensamente, sentándose demasiado cerca–, recibí los papeles del divorcio.


–¿Y los has firmado? –Paula intensificó la dulzura de su sonrisa.


Por favor, por favor, por favor. Si los había firmado, todo habría terminado.


–Aún no.


Ella se sintió desfallecer.


–Quería verte primero.


–¿Y eso? –ya estaba todo dicho y hecho. Aunque en realidad nada había sido dicho ni hecho, y así prefería que continuara.


No necesitaban un recordatorio póstumo. Habían cometido un estúpido y loco error, y lo mejor sería pasar página y seguir adelante. Lejos el uno del otro, y lo más rápidamente posible, dado cómo empezaba a reaccionar su cuerpo ante la presencia de Pedro.




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