viernes, 18 de diciembre de 2020

SIN TU AMOR: CAPITULO 1

 


No sabía qué haría con tantas fotos. Había cientos, y no quería deshacerse de ninguna. África era todo lo que había esperado: salvaje, enorme y calurosa. Pretendía inmortalizar cada recuerdo para revivir aquella sensación de libertad una vez en casa.


Incluso en esos momentos, con la camioneta parada junto a la carretera a las afueras de Arusha, la cámara estaba preparada para disparar. Sacó la cabeza por la ventanilla y vio a Bundy, el sonriente conductor, hablando con un extraño que estaba de espaldas.


Paula también sonrió. El amigo de Bundy era todo masculinidad y se deleitó en la primera sensación placentera que experimentaba ante la visión de un hombre en casi un año. Por un instante sintió una punzada en el estómago mientras se preguntaba, «¿y si…?». Se incorporó en el asiento y buscó un mejor ángulo de visión. Definitivamente, «¿y si…?»


Soltó una carcajada. Fantástico, volvía a ser normal. Por fin volvía a sentir excitación sexual. Alzó la cámara, disparó un par de veces y accionó el zoom.


Los pantalones vaqueros cortos dejaban ver unas bronceadas piernas y prometían unos torneados muslos. Las manos apoyadas en las estrechas caderas acentuaban un grandioso trasero. Pero fueron los hombros los que llamaron su atención. El torso formaba un perfecto triángulo invertido. Los hombros eran anchos y fuertes, hechos para apoyarse en ellos. Poseía un físico de los que hacían sentirse ultra femenina a una mujer y, dada su estatura, necesitaba un hombre muy grande para sentirse femenina. Desgraciadamente no abundaban y, si encontraba alguno, nunca se interesaba en ella. Por algún motivo, a los hombres grandes les gustaban las mujeres pequeñitas. No obstante, en esos momentos se limitó a disfrutar de la fantasía. El extraño llevaba los cabellos muy cortos, un corte casi militar. Al pensar en la sensación de acariciarlos, sintió un cosquilleo en la punta de los dedos. Interesante.


Cambió la cámara de mano y movió los agarrotados dedos. Sexo. En realidad estaba pensando en sexo.


A punto de echarse a reír de nuevo, hizo otra foto. Era una tontería, pero le encantaba la sensación de libertad que le permitía disfrutar de un hermoso ejemplar masculino. No hubiera creído que pudiera volver a sucederle. Tras el infierno del año transcurrido, era estupendo descubrir que sí. Sólo le quedaba regresar a Londres y terminar con el papeleo. Al fin podría proseguir con su vida. Y acababa de recibir la prueba definitiva de su recuperación y del regreso de la chispa de la vida… y de su libido.


Bundy se volvió y ambos hombres se dirigieron a la parte delantera de la camioneta, donde ya no pudo verles. Pero no importó. Sonrió al contemplar en la pantalla de la cámara las imágenes de la vista trasera más hermosa que hubiera


Sonrió. Al fin, lo había superado.




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