viernes, 18 de diciembre de 2020

SIN TU AMOR: CAPITULO 2

 


Sonó un golpe sordo y la camioneta dio un salto. Estaban otra vez en marcha. Sus compañeros de viaje saludaron en voz alta. Aún necesitó unos segundos para comprender que había alguien nuevo al que todos saludaban. El extraño se aproximaba por el pasillo, lentamente, hacia ella. Su mirada era directa, despiadada e inescrutable.


Paula jamás habría creído posible quedarse helada a causa de una llamarada de calor. Era incapaz de moverse, de pensar, ni de creerse lo que veían sus ojos. Aun así, consiguió seguir respirando y, con gran tristeza, no pudo negar lo que estaba viendo.


–¿Pedro? –¿De verdad lo había dicho en voz alta?


Era él al que había visto con pantalones cortos y una camiseta que resaltaba los anchos hombros. Era él al que había visto con el pelo cortado al estilo militar. Era él el extraño tan alto y que hacía reír a Bundy.


Era él el inspirador de la refrescante fantasía. La primera que había tenido en meses.


Pestañeó con la esperanza de haber visto visiones. Pero no. Era Pedro.


Había estado devorando con los ojos a su ex.


Pedro Alfonso. El revolcón de una sola noche.


La aventura de una sola semana. El protagonista de la precipitada boda.


Su marido. El padre de su bebé.


El marido que había mentido. El bebé que había muerto.


Miles de imágenes se abrieron paso en su mente. El calor y la luz del bar, el latido del corazón al sentirlo tan cerca, la lujuria de la caricia, la risa ante las tonterías compartidas. La ira al descubrir el engaño. La angustia de la solitaria pérdida.


Ni siquiera se le había concedido la dicha de conocer al bebé. Si lo pensaba bien, tampoco había conocido a su marido. El hombre del que se había enamorado era una falacia, una fantasía del anhelo de su mente y corazón.


Le enfurecía pensar en lo estúpida que había sido. El dolor resultante casi la había matado.


«Resiste, Paula. Resiste».


Y lo había hecho. Aquello pertenecía al pasado y no iba a desmoronarse sólo por verlo. Él sólo conocía una parte de la historia. Pestañeó de nuevo, Pedro se acercaba a ella. Se apresuró a esconder todos los recuerdos y las emociones en su prisión interna y apagó la cámara. No quería que viera las últimas fotos.


Bajó la vista y se quitó el anillo de casada. Lo último que deseaba era que descubriera que seguía llevando el anillo. No se lo había quitado, aunque varias veces había estado a punto de hacerlo. Por otro lado, para una viajera solitaria era más seguro aparentar estar casada.


Guardó el anillo en la funda de la cámara. La mano bronceada revelaba la marca, pero seguramente no se daría cuenta. No iba a acercarse tanto.



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