viernes, 11 de diciembre de 2020

EL PRECIO DEL DESEO: CAPITULO 15

 


COMO tenía un asiento junto a la ventana y estaba demasiado aturdida como para leer, Paula pasó la mayor parte del viaje a Darwin contemplando el paisaje. No había nubes en el cielo, y no había nada que empañara la maravillosa vista. Australia era un país enorme, desierto y desconocido… La última frontera, como decían muchos.


Nunca había sobrevolado la zona central del país, nunca había estado en aquella vasta expansión llena de misterio. Sus vacaciones, antes de la muerte de su padre, consistían básicamente en viajes a Sídney y a Gold Coast.


Una vez habían ido a Blue Mountains y habían visitado Three Sisters y Jenolan Caves. Después de la muerte de su padre, no obstante, su madre y ella habían pasado muchos años sin ir de vacaciones, y al final habían empezado a ir a Fiji todos los años, porque estaba muy cerca y los viajes eran baratos.


No había estado nunca en Darwin, pero sí conocía un poco el lugar. Se había pasado la semana anterior leyendo cosas sobre el lugar en Internet. No le gustaba quedar en evidencia y, hasta ese momento, su conocimiento sobre la capital de los territorios del norte era bastante superficial y limitado. Sabía, sin embargo, que Darwin había sido asolado por un ciclón en los setenta, el día de Navidad. Habían tardado mucho tiempo en reconstruir la ciudad, pero con el tiempo había llegado a ser una ciudad minera próspera, meca del turismo, la entrada al parque nacional de Kakadu y a muchos otros lugares importantes de la cultura aborigen. Al ser una ciudad costera, en el extremo norte del país, tenía un clima muy cálido y húmedo en el verano y templado en invierno.


De repente anunciaron que el avión empezaba a descender y a prepararse para el aterrizaje. Paula sintió que se le encogía el estómago. Si no hubiera estado tan nerviosa, quizá habría podido dejar de pensar en lo que iba a hacer en Darwin.


PedroPedroPedro…. Todos sus pensamientos iban en una única dirección. Buscando algo en que distraerse, se dedicó a mirar por la ventana.


El rojo y marrón de la Australia profunda había dado paso a una vegetación exuberante y verde, con muchos árboles y agua a la izquierda. Parecía el puerto, pero no podía ser el puerto de Darwin. No había casas junto a la orilla, ni tampoco muchos barcos en el agua. Un jet comercial siempre tardaba mucho en aproximarse al aeropuerto, así que no podían estar sobre Darwin aún.


Cuando el avión se inclinó hacia un lado bruscamente, Paula se vio cegada momentáneamente por el sol de poniente. Cerró los ojos de golpe y los apretó con fuerza. El aterrizaje siempre la había inquietado mucho, aunque en esa ocasión las cosas que la inquietaban eran más bien otras.


El aterrizaje pareció durar una eternidad, pero no tardó mucho en desembarcar. Por suerte, su asiento estaba muy cerca de la salida. Cruzó la pista hacia el edificio de la terminal… Lo único en lo que podía pensar era que a cada paso que daba se acercaba más y más a Pedro.


Él estaba junto a una ventana, en la zona de llegadas, mirando a los pasajeros mientras desembarcaban. Vio a Paula enseguida. Llevaba unos vaqueros, una chaqueta blanca y un top blanco y azul debajo. Estaba maravillosa, preciosa… y muy tensa. Con el ceño fruncido, andaba a toda prisa, con ansiedad. Claramente, no le vio allí parado, aunque no hacía más que mirar a su alrededor. Cuando él dio un paso adelante y fue a su encuentro, ella esbozó una sonrisa tensa. Era evidente que estaba muy nerviosa. La llevó hasta el aseo más cercano cuando ella se lo pidió y esperó pacientemente a que saliera. Solo había una forma de describir lo que sentía.


Se sentía… expectante, como no lo había estado en mucho tiempo. No solo se trataba del tema sexual, aunque eso también era importante. Pero había algo más… La expectación que venía después de aceptar un desafío.





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