Al final, la cena resultó ser muy divertida. Se sentaron en el saloncito y tomaron champán y caviar… con cubiertos de plástico.
Paula se encontró riendo con algunas de las anécdotas que le contaba Pedro… y descubrió que le gustaba de verdad. Además, creía en su promesa de que no intentaría seducirla y consiguió relajarse un poco.
Después de tomar el pastel de chocolate que le habían enviado como regalo, Paula le cantó el Cumpleaños Feliz. Y, por primera vez, vio que Pedro se mostraba tímido.
—Me gusta cómo llevas el pelo ahora —murmuró él, tomando la fotografía de Mariana—. Te la debiste de hacer… cuando nos conocíamos, ¿no?
Paula tragó saliva. Estaba harta de las mentiras. Quería que aquella mascarada terminase de una vez.
—Me gustan los rizos más que el pelo liso.
¿Cómo podía no darse cuenta de que eran dos personas distintas? Mariana y ella eran gemelas, pero tenía que haber alguna diferencia. De repente, casi de forma perversa, quería que lo descubriese todo.
—Siempre he tenido el pelo rizado. Da menos trabajo.
—¿Y por qué te lo alisabas?
Paula se encogió de hombros.
—Porque era la moda, supongo.
—Y tú siempre haces lo que dicta la moda, claro.
—¿Perdona?
Pedro estaba mirando la foto.
—¿Son tus padres?
—Sí.
—Tu madre es muy guapa. Se parece a ti.
—Se llama Bethy. Es muy simpática y muy sensata.
—Y tu padre parece orgulloso de ti. ¿A quién está sonriendo tu madre?
Paula recordaba aquel día, el jardín de sus padres en Auckland, el olor de las rosas, la risa de Mariana…
—No me acuerdo.
—Ah, es verdad. Perdona, soy un idiota…
Estaba tan cerca que Paula podía oler su piel y su colonia. Y algo más… la excitación de un hombre.
¡No! Nerviosa, dio un paso atrás y, sin darse cuenta, chocó contra una silla. Habría caído al suelo si Pedro no la hubiera sujetado.
—¿Te has hecho daño?
—No, no, estoy bien…
Paula tragó saliva. Parecía preocupado de verdad. Se había convencido de que el odio que sentía por él la ayudaría a rechazarlo, como si fuera un talismán contra el demonio.
¿Cómo iba a lidiar con un Pedro que empezaba a gustarle? Bajo ese exterior de play-boy había un hombre complejo, mucho más interesante que el frívolo que describían las revistas. Incluso empezaba a dudar que fuese el manipulador que Mariana había descrito.
—¿De verdad estás bien?
—Sí, estoy bien. Un poco cansada.
Pedro entendió la indirecta, pero cuando se marchó, Paula se sintió más sola que en toda su vida.
Ya le podría ir diciendo que no es ella, se va a armar cuando todo se descubra.
ResponderBorrarTiene que sincerarse cuanto antes!
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