sábado, 28 de noviembre de 2020

VENGANZA: CAPITULO 10

 


Paula estuvo dando vueltas en la cama durante gran parte de la noche. En sus sueños se mezclaba lo que le había pasado a su hermana con la extraña pasión que había nacido entre Pedro y ella. Pero poco antes de amanecer, el insistente golpeteo de la lluvia en los cristales logró que, por fin, se quedase dormida.


Por la mañana, saltó de la cama y abrió las cortinas. El sol no asomaba por entre las nubes y los árboles se balanceaban con el viento, pero al menos había dejado de llover. Como no tenía que trabajar hasta la noche, Paula decidió bajar a la playa para hacer windsurf. Eso la haría olvidar a Mariana, a Jean-Paul y… a Pedro.


Después de ponerse el traje de neopreno, llamó a recepción para comprobar que no habría tormenta y, tomando un par de plátanos, una botella de agua y una toalla, salió de su habitación.


La playa estaba desierta, y Paula eligió una tabla de entre un grupo que el hotel dejaba allí para los clientes. Llevándola hasta el agua, apoyó las dos manos en ella, esperando… Cuando llegó el primer golpe de viento, levantó el mástil y subió a la tabla de un salto. Colocando los pies, Paula ajustó la vela y dirigió la tabla mar adentro.


Sus preocupaciones se evaporaron mientras volaba sobre las olas.


Un par de horas después, Paula se percató de que había otra persona haciendo windsurf. Y se dirigía hacia ella.


Una rápida mirada al reloj le dijo que aún quedaba mucho tiempo antes del ensayo. Y no tenía el mar para ella sola a menudo. No iba a marcharse sólo porque hubiera otra persona en el agua. Tenían todo el mar Egeo para los dos. Si se alejaba un poco, quizá el desconocido la dejaría en paz.


Pero la vela blanca y negra seguía acercándose…


Era Pedro.


Por un momento pensó que iban a chocar, pero movió la vela en contra del viento y éste la alejó de la otra tabla. Paula se volvió después, mirándolo por encima del hombro.


Pedro seguía luchando contra el viento para acercarse a ella. Nunca la había deseado como en aquel momento.


Un segundo después, el viento amainó y las dos tablas perdieron velocidad. Pedro soltó una palabrota mientras se inclinaba para sujetar la vela. Cuando volvió a levantar la cabeza, vio que Paula se había tumbado sobre su tabla y estaba nadando hacia la playa. Sin mirarlo siquiera.



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