Hacía años que nadie lo llamaba por su primer nombre, desde que decidiera que lo llamaran Pedro. Le sostuvo la mirada un segundo y volvió a besarla, con tanto ardor esta vez que Paula se quedó sin aire en los pulmones, pero lo besó con idéntico entusiasmo.
Pedro le acarició los costados y los muslos, por dentro y por fuera.
En su ir y venir, rozó con los nudillos el triángulo de rizos alojado entre sus piernas y empezó a explorarlo. La acarició, incitándola, y un gemido brotó de sus labios cuando notó que ya estaba mojada.
Paula se retorció debajo de él, mientras éste hundía dos dedos en la húmeda cavidad. Jadeaba y le costaba respirar más cada vez, mientras él exploraba en busca del diminuto botón de placer oculto entre sus pliegues íntimos.
Entonces presionó y Paula explotó. Experimentó un orgasmo avasallador que la inundó de calor.
Se encontró con la sonrisa satisfecha de Pedro, cuando abrió los ojos. Se ruborizó bajo el intenso escrutinio de él, avergonzada de pronto por la manera en que había reaccionado a sus caricias.
—Estás preciosa cuando te sonrojas —le dijo él, besándola en la comisura de los labios.
No le dio oportunidad de responder sin embargo, sino que empezó a acariciarla de nuevo con manos hábiles sin dejar un solo milímetro de piel insatisfecho.
La punta de su erección presionó ligeramente en la entrada vaginal, y Paula abrió las piernas, invitándolo a entrar. Él entró poco a poco, llenándola con su miembro duro y cálido. Cuanto más profundizaba, más potente era la reacción de ella. El deleite que vibraba en ella la hizo olvidar cualquier sensación dolorosa.
Pero cuando Pedro se hundió en una potente embestida, lo que hasta el momento había sido una soportable incomodidad se convirtió en una afilada punzada de dolor que la obligó a gritar entrecortadamente.
Pedro se retiró de inmediato, el ceño fruncido y los ojos entornados.
—Paula —dijo, con respiración entrecortada, totalmente inmóvil—. ¿Eres virgen?
¿Me estás jodiendooooooo????????!!!!!!!!!! No podés dejarnos acá please.
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