martes, 20 de octubre de 2020

EN SU CAMA: CAPÍTULO 27

 


¿Era virgen?


¿Cómo demonios podía ser cierto que tuviera tan poca experiencia?


Pedro repasó mentalmente todo lo que sabía de Paula. Todas las veces que había estado con ella, todas las veces que había hablado con ella y las veces que la había observado, sin que ella lo supiera. No había nada en su conducta que revelara indicio alguno de que fuera una chica inocente.


¿Y el escándalo en el que se había visto envuelta en su país? Su madre había disfrutado de lo lindo compartiendo con él los detalles de la indiscreción de Paula, una aventura con un hombre casado.


¿Había tenido una aventura con un hombre casado y era virgen? Pedro la miró detenidamente con el ceño fruncido. Tenía el rostro tenso y era poderosamente consciente de la conexión física entre ambos, del hecho de que seguía palpitando dolorosamente dentro de ella.


—¿Pero cómo puedes ser virgen? —exigió saber, con tono áspero y más acusador de lo previsto.


Paula abrió los ojos como platos, pero la pasión seguía brillando en ellos.


—Olvídate de que lo soy y termina lo que has empezado.


Y para dar más énfasis a sus palabras, le rodeó el cuello con los brazos y elevó las caderas lo justo para enviar una miríada de sensaciones a lo largo de su rígido miembro. Pedro inspiró entrecortadamente, utilizando toda su fuerza de voluntad para no retomar el movimiento, lanzándose así a un soberbio, aunque prematuro final.


Ahuecó las aletas de la nariz conforme tomaba aire profundamente, contando hasta diez y luego hasta veinte. Cuando por fin pudo hablar sin gemir ni sudar demasiado, dijo:—Soy partidario de seguir, pero en cuanto terminemos, te aseguro que querré hablar de esto.


Ella puso los ojos en blanco.


—Está bien. Espero que hagas de mí primera vez un recuerdo memorable.


El rostro de Pedro se iluminó con una gran sonrisa y al momento se redujo la tensión que vibraba en el ambiente. Tenía que haber vestigios de sangre regia en Paula. Poseía un aura imperial.


—Cariño —murmuró él, inclinándose a besarla—, de eso puedes estar segura.


La entretuvo con besos y leves caricias en los pechos y el abdomen. Y al mismo tiempo, empezó a mover las caderas, lenta y cuidadosamente.


Para entonces, el cuerpo de Paula ya se había acostumbrado al tamaño y a la invasión de Pedro. Tenía los músculos relajados y sentía el calor y la suavidad propios de la excitación.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario