sábado, 31 de octubre de 2020

CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 17

 

Paula volvió a su cabaña temblando de rabia.


—¡Será arrogante! ¿Una aventura de verano? ¿Quién se cree que es?


Dejó el plato de magdalenas en la cocina y se dio la vuelta. ¡Ja! Al menos se había librado del gris.


—Y no pensará que voy a quedarme aquí toda la tarde llorando.


Molly apretó la nariz contra su mano y Paula se puso en cuclillas para acariciarla.


—Lo siento, chica. No es culpa tuya. Tú eres leal y buena. Es una lástima que te haya tocado un amo tan antipático —Molly se tumbó de espaldas y gruñó de placer cuando Paula le acarició la tripita—. Y, además, eres preciosa.


Tardó exactamente doce minutos y medio en llegar a Martin's Gully. No era exactamente un pueblo abandonado, pero tampoco estaba lejos de serlo. Había como máximo doce casas, una iglesia, una oficina de correos abierta dos días a la semana y una tienda de alimentación.


Paula entró en esta última.


—¿Quería algo? —le preguntó una mujer de mediana edad.


—Hola, me llamo Paula Chaves y me alojo en Eagle's Reach.


—Bridget Anderson —se presentó la mujer—. ¿Eagle's Reach no es la propiedad de Pedro Alfonso?


—Eso es.


Había pensado que en Martin's Gully lo conocería todo el mundo. Pero a lo mejor Pedro Alfonso mantenía las distancias también con la gente del pueblo.


Como si le hubiera leído el pensamiento, la mujer se inclinó hacia ella, con gesto conspirador.


—Ésta es la tienda de mi hermana, pero ahora está enferma. Yo la estoy ayudando durante unos días.


¿Otra recién llegada? Ah, a lo mejor podían hacerse amigas.


—El marido de Lu, Gustavo, murió en noviembre.


—Ah, lo siento.


—Ella no deja que nadie hable mal de Pedro Alfonso.


¿Ah, sí? Paula intentó no mostrar su sorpresa. De modo que Pedro tenía una amiga en el pueblo.


—Yo, por otro lado…


—Es muy solitario —la interrumpió Paula.


—¿Solitario? Antipático, diría yo. Pero claro, una tiene que entenderlo, con esa tragedia en su pasado…


—¿Una tragedia?


—Su padre intentó asesinar a toda la familia mientras dormían. Incendió la casa de madrugada y Pedro fue el único que pudo escapar. Su madre, su hermana y su padre murieron en el incendio.


Paula se quedó boquiabierta. Tenía la impresión de que la tienda giraba y tuvo que agarrarse al mostrador.


—Pero… eso es horrible. Es una de las cosas más horribles que he oído en mi vida.


—El padre era un hombre violento. ¿Y sabe lo peor?


No, Paula no lo sabía. Había oído más que suficiente, pero no podía moverse.


Pedro se había llevado a su madre y a su hermana a vivir con él, para protegerlas. Pero no salió bien.


Ella tuvo que tragar saliva. Ahora entendía que Pedro fuese como era. Perder a su familia de esa manera tan terrible…


De inmediato, perdonó sus groserías. Pero… ¿enterrarse en vida era la forma de olvidar aquella tragedia?


Recordó entonces cómo se había comido la tarta de chocolate… seguro que estaba hambriento de algo más que harina y azúcar, pensó.


Cuando Bridget abrió la boca para añadir lo que Paula sospechaba eran detalles morbosos, abrió la tapa de la fiambrera de plástico que llevaba para cambiar de tema.


—Quería saber si alguien estaría interesado en comprar magdalenas caseras.


Bridget tomó una y la devoró.


—Umm, está muy rica. En fin, nunca se sabe. Podemos ver si se venden. Pero si sólo estás aquí de vacaciones… ¿por qué te has puesto a hacer magdalenas?


Paula tragó saliva. No quería ser objeto de cotilleos en el pueblo.


—Es una afición —mintió—. Quería probar nuevas recetas ahora que tengo tiempo.


Bridget se sirvió otra magdalena.


—¿Cuáles son tus especialidades?


—¿Qué cree usted que se podría vender?


—Tarta de limón, merengues, magdalenas de fresa…


Paula se preguntó si Bridget estaría recitando sus pasteles favoritos.


—El domingo, en la iglesia, se hace un mercadillo benéfico y se venden muchos pasteles. ¿Por qué no haces unas bandejas de los que más te gusten?


Si Paula tuviera orejas como las de Molly, se le habrían levantado de inmediato. ¿Un mercadillo benéfico? Así tendría algo que hacer durante el fin de semana…


—Me parece muy bien.


—Lu y yo tenemos un puesto. ¿Quieres venir con nosotras?


—Sí, claro.


—¿Has hecho alguna vez tarta de chocolate?


—Sí…


—Pues hazla. Seguro que se vende.


Paula sonrió cuando Bridget iba a tomar la tercera magdalena. Por lo visto, no iban a faltarle clientes por allí. Pero a ese paso no quedarían magdalenas para el resto de Martin's Gully.


No pasaba nada. Haría más para el domingo.


Pero mientras volvía a Eagle's Reach no pensaba en el mercadillo ni en las recetas, sino en la horrible historia que Bridget le había contado sobre Pedro. Más que nada, se encontró deseando poder hacer algo por él. Algo más que una tarta de chocolate.




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