sábado, 26 de septiembre de 2020

EL DOCTOR ENAMORADO: CAPÍTULO 45

 


—Paula, eras virgen. ¿Cómo ibas a estar casada?


Sentada al borde de la cama, Paula se mordía nerviosa el labio mientras observaba a Pedro vestirse para ir al trabajo.


—Ya sé que no parece muy normal, pero...


—Es prácticamente imposible. Lo del anillo de boda debe de ser un sueño.


—Pero me parece muy real. Recuerdo perfectamente a un hombre poniéndome un anillo.


—Yo diría que es un sueño. Pero, si no lo es, quizá se trataba de un vendedor —replicó mientras se abrochaba los botones de la camisa con movimientos enérgicos.


—¿Una alianza de matrimonio? ¿Por qué iba a tener que comprar yo mi alianza de matrimonio?


—Quizá un amigo te estuviera enseñando un anillo que le compró a otra persona.


—Sí, supongo que es posible.


—Paula, no estás casada. Es normal que tengas este tipo de confusiones. Vas recuperando poco a poco fragmentos de memoria, pero no conoces el contexto en el que se produjeron esos recuerdos.


—Pero recuerdo exactamente el aspecto que tenía la alianza...


—¿Y qué me dices del hombre que te la puso? —terminó de vestirse y se volvió hacia ella un tanto malhumorado—. ¿Recuerdas algo sobre él?


—Sólo sus manos. Me recuerdo mirando sus manos, unas manos grandes y pálidas mientras me ponía el anillo.


Pedro sintió que se le aceleraba el pulso. La miraba como si se estuviera debatiendo consigo mismo sobre la conveniencia o no de decirle algo.


—¿Y es posible que se llamara... Mauro?


—No lo sé. ¿He vuelto a decir su nombre en sueños? —preguntó dubitativa.


—No, por lo menos yo no me he dado cuenta.


Se miraron en un significativo silencio. Con la respiración entrecortada, Pedro la tomó por los hombros y la tumbó en la cama para besarla con pasión.


—No estás casada, Paula. Eras virgen. Así que caso cerrado.


La angustia y el dolor que se reflejaban en su rostro hicieron que Paula sintiera multiplicarse su amor con él. Deslizó los brazos por su esbelta cintura y lo abrazó con fuerza.


—No te preocupes tanto por mí —le dijo—. Estoy segura de que pronto encontraré sentido a todos estos recuerdos inconexos.


—Voy a contratar a un detective privado. Hoy mismo.


Paula lo miró con el ceño fruncido.


—Pero eso debe de costar un montón. Y yo ya te debo mucho dinero...


—Estoy más que dispuesto a pagarlo. Quiero aclarar todas tus dudas, resolver tus misterios. Todas estas incógnitas me están volviendo loco, Paula, y supongo que mucho más a ti.


—Sería insoportable —admitió la joven—, si no hubiera sido por un tal Pedro Alfonso, el hombre más dulce, amable y sexy que he conocido en toda mi vida.


Pedro sonrió con ironía.


—Sí, pero el problema es que de momento yo soy el único hombre al que has conocido en tu vida.


—Eso no tiene nada que ver —replicó Paula.


—Ése es precisamente el problema, es...


Pero Paula lo silenció con un tierno beso.


—Mmm —Pedro deslizó las manos bajo su bata y la estrechó contra él—. Mmmmm.


La pasión se encendió una vez más entre ellos. Paula sintió perfectamente la fuerza de su excitación bajo los pantalones, y se movió contra él en respuesta.


Pedro gimió, hundió la lengua en su boca y posó las manos sobre su trasero.


Pedro —susurró Paula—. Tienes que ir a trabajar.


Pedro alzó ligeramente las caderas y Paula sintió su mano entre ellos, ocupándose de la cremallera del pantalón.


—Llegaré tarde.


Un dulce y tortuoso deseo crecía en el mismísimo corazón de Paula mientras Pedro se desabrochaba el cinturón.


—Te deseo, Paula —le susurró al oído—. Necesito estar dentro de ti.


—Y yo quiero que estés dentro de mí.


Pedro le hizo desprenderse de la bata e invadió su boca con un exigente beso. Paula gimió, hundió los dedos en su pelo y lo besó con toda la pasión que Pedro reclamaba.


Paula cruzó las piernas alrededor de su cintura mientras él iba marcando el ritmo de sus movimientos. Descendió la urgencia de sus besos, pero no la pasión, que los arrastró una vez hasta fundir sus cuerpos.


Con un ronco gemido, Pedro se hundió en su interior, deseando en aquella ocasión llegar a tocar su alma.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario