El calor de sus palabras encontró respuesta en el interior de Paula. Pero no podía sucumbir a aquel calor. No podía permitir que sus preocupaciones se disolvieran en ese fuego.
—Es como lo que me dijiste la otra noche —insistió—. Si siguiéramos la progresión natural que seguirían un hombre y una mujer, yo me habría ido a mi casa esta mañana y tú habrías seguido viviendo tu vida. Si te hubiera apetecido llamarme para salir otro día, lo habrías hecho. Pero resulta que estoy viviendo contigo. Me parece que esto se desvía bastante del ritmo habitual de este tipo de cosas.
Pedro la estrechó firmemente contra él.
—A mí me parece completamente normal.
Paula contuvo la respiración. Porque en su corazón, ella también estaba de acuerdo.
—Paula—deslizó la mano por su pelo y le hizo inclinar el rostro hacia él—. Sólo te deseo a ti —confesó con un fervoroso susurro—. Si no quieres acostarte conmigo, no tienes por qué hacerlo. Seré capaz de enfrentarme a ello. Pero, por favor —cerró los ojos y rozó sus labios entreabiertos—, por favor, no te alejes de mí.
Paula no podía ignorar aquella súplica. Y la respondió con un apasionado beso. Pedro sabía a café y a pasta de dientes. Olía a sándalo, y tocarlo era estar en la gloria.
Con un angustiado gemido, Paula se separó de él. Cuando estaba con Pedro, no podía confiar en sí misma. Le bastaba un beso para desear muchos más.
—Si no quieres que me aleje de ti —le advirtió alarmada—, no puedes besarme así.
—De acuerdo, Paula. No te besaré... —se interrumpió y apareció en su mirada un brillo perturbador— así.
Con el corazón a punto de salírsele del pecho, Paula se volvió y metió la bandeja en el horno, decidida a ignorar las caóticas reacciones provocadas por Pedro.
—Iré a vestirme —musitó el médico, observándola mientras ajustaba la temperatura del horno—. Y después de desayunar, iremos de exploración.
—Exploración —Paula se volvió alarmada hacia él.
Aquella palabra bastaba para evocar el calor de la noche anterior.
—Sí, daremos un paseo por la falda de la montaña que llega hasta mi jardín —le aclaró suavemente, sonriendo como si le hubiera leído el pensamiento.
Pero qué vueltera esta Pau jajaja. Buenísima esta historia.
ResponderBorrarMe encanta este Pedro! Jaja
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