Debía alejarse de él, le decía una prudente vocecilla interior. Pero no podía marcharse. ¡Tenía que cuidar de Julián y de Teo!
—Hola, doctor Alfonso.
Como salidas de ninguna parte, aparecieron dos larguiruchas adolescentes con sendos biquinis y colocaron sus toallas cerca del médico.
—Tenía razón sobre la gripe de mi hermano —comentó una de ellas con una enorme sonrisa—. Le desapareció al día siguiente.
Paula suspiró, agradeciendo al cielo aquella aparición. Aunque la piscina estaba llena de gente, se había sentido muy sola estando con aquel hombre a su lado.
—Ohh, ¡por favor, no me hables de la gripe! —exclamó la otra. Le dio un golpe a su amiga con una revista y ambas se echaron a reír—. ¿No le pone enfermo tener que estar viendo siempre a gente enferma?
A Paula le divertía verlo acorralado y al mismo tiempo se alegraba de contar con aquella oportunidad para recobrar la compostura.
Las chicas continuaron preguntándole a qué velocidad podía navegar su lancha y qué nombres les había puesto a sus caballos.
Paula lo escuchaba responder más atenta a su voz que a sus palabras. Pero bastaba su voz para que se excitara de una forma desconcertante, de manera que decidió desconectar y prestar más atención a los bañistas.
Se obligó a abrir los ojos y buscó a Teo y a Julian con la mirada. Estaban jugando a la pelota junto a otros niños.
—Eh, doctor Alfonso, le leeré el horóscopo —ofreció una de las adolescentes, mientras abría la revista—. ¿Qué signo es?
—Leo.
La jovencita leyó en voz alta y Paula volvió a cerrar los ojos. Leo, había dicho. Se imaginaba a un enorme león, un león de pelo brillante, musculoso... con la mirada más peligrosa de la jungla.
—Creo que deberíais leer el horóscopo de la señorita Flowers también —sugirió Pedro con voz acariciadora.
—¿La señorita Flowers?
Las dos chicas la miraron un poco avergonzadas. Paula no se había presentado a ninguna de las personas que estaban en la piscina, y tampoco a nadie del pueblo. Por las miradas que le dirigieron las chicas, descubrió que había despertado cierta curiosidad.
Pedro le dirigió una sonrisa, aunque Paula tuvo la sensación de que le costaba hacerlo.
—¿Qué signo es usted, señorita Flowers?
¿Qué signo? Paula no lo sabía. El desconcierto le hizo sonrojarse, hasta que se dio cuenta de que nadie podía saber si decía la verdad o no y escogió uno al azar.
—Géminis.
La jovencita pelirroja leyó lo que decía la revista: iba a ganar mucho dinero, tenía una importante carrera profesional por delante y un posible romance.
Paula le dio las gracias y volvió a apoyar la cabeza en la tumbona. Todo parecía evidenciar que se había equivocado de signo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario