sábado, 12 de septiembre de 2020

ANGEL O DEMONIO: CAPÍTULO 63

 



Paula se apartó el pelo de la cara y contempló el mar gris de noviembre. El viento helado traía una promesa de invierno prematuro que hacía juego con su estado de ánimo. Aquel era su Día D particular, el día en que Pedro volvería o desaparecería de su vida para siempre. Había luchado con todas sus fuerzas, pero aquel amanecer nublado le había hecho reconocer la realidad. Pedro no volvería. Era un demonio con un aspecto encantador, lo que le hacía más mortífero porque nadie podía evitar quererle.

Y ella le amaba tanto que su dolor de estómago se había convertido en una parte integrante de su anatomía. Se levantaba con él, comía con él, dormía con él. Tan inevitable como la sombra, se alimentaba de ella y crecía con cada día que pasaba sin tener noticias de Pedro.

Era mucho peor que la otra vez. Había sobrevalorado sus fuerzas al pensar que podía resistirlo. No podría sobrevivir al derrumbe del sueño de vivir juntos en la casona con un par de niños alborotando su serenidad victoriana.

Se rodeó el vientre con los brazos doblándose sobre sí misma. Ahí estaba otra vez. No podía más. Había perdido peso, se estaba consumiendo. A partir de aquel día dejaba atrás el pasado y buscaría otras razones para vivir. Había mucha gente que la necesitaba.

Aquel día era un comienzo. Podía sentirlo en la médula de los huesos. No era una casualidad que tomara el solemne compromiso de vivir en el mismo lugar donde todo había empezado…


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