jueves, 13 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 26




Trabajaron hasta bien avanzada la mañana, llevando en una carretilla las malas hierbas a la antigua pila de composta al contenedor de reciclaje. 


Pedro intentó hacer el trabajo más pesado, pero constantemente encontraba a Paula tratando de cargar con algo pesado o ocupándose de algo que era demasiado para ella.


—Chovinista —le dijo cuando Pedro le regañó por haberse subido a una vieja y desvencijada escalera para atar una rosa trepadora a una celosía.


—No soy un chovinista —dijo ofendido. 


Trabajaba duro en su empresa asegurándose de que las mujeres tenían las mismas oportunidades que los hombres. Era sólo que no veía la necesidad de que Paula se rompiera la espalda cuando él estaba allí para ocuparse de las tareas más duras y se lo dijo.


—Quieres decir que las tareas duras son cosa de hombres.


—Sí. Eso es… —Pedro arrastró las últimas palabras y frunció el ceño.


Vale, quizá tenía actitudes pasadas de moda, pero era dos veces más grande que Paula y tenía tres veces su fuerza. Además, ella estaba trabajando muy duro. Nunca había visto a una mujer trabajar tanto y no parecía que estuviera haciéndolo para impresionarlo, de hecho, parecía que lo estaba disfrutando. Ni siquiera era su jardín. 


Era el jardín de su abuela y ella estaba dejándose el alma y la piel en él.


A mediodía decidieron dejarlo y después de comer una ensalada y restos de la lasaña, Paula fue a su casa a ducharse y cambiarse antes de comenzar con el inventario. Pedro también se dio una ducha refrescante, pero su temperatura subió de nuevo cuando Paula regresó vistiendo un veraniego vestido que, prácticamente, dejaba sus hombros al descubierto.


—¿Pasa algo? —le preguntó cuando Pedro le abrió la puerta y se quedó mirándola en la entrada.


—N… no. Es… que, estaba pensando que no es necesario que llames a la puerta. Entra sin llamar.


—Gracias —entró oliendo a limones y aire fresco y las tripas de Pedro se encogieron.


Seguramente era por la proximidad, se dijo Pedro mientras observaba el suave balanceo de las caderas de Paula mientras subía la escalera. O la vida monacal que había llevado los últimos meses. Paula era una mujer atractiva y él había estado entre Divine y Chicago y no había tenido tiempo para hacer vida en sociedad, así que era natural reaccionar así hacia ella. Pedro decidió que ésa era la explicación, pero dudó cuando deseó que se girara para mirarlo y se decepcionó porque no lo hizo.


Pedro suspiró, cerró la puerta y siguió a Paula escaleras arriba. El abuelo estaba durmiendo la siesta y él tenía un montón de trabajo atrasado. No tenía tiempo de pensar en Paula.



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