sábado, 18 de julio de 2020

UN AMOR EN EL OLVIDO: CAPITULO 40




Sintió que su hijo le daba una buena patada en el vientre, como si apostillara ese sentimiento. 


Entonces sintió un fuerte dolor en la parte baja de la espalda. Resultaba evidente que Pedro no la había echado de menos. Si lo hubiera hecho, la habría seguido hasta allí. Aunque se lo hubiera prometido, no se habría mantenido alejado de ella cuando su hijo estaba a punto de venir al mundo.


De repente, sintió un profundo dolor. Contuvo el aliento y, como pudo, llegó hasta la casa. Entonces, subió los escalones y llamó al ama de llaves.


—¿Es usted, señorita Chaves?


Señorita Chaves. Como si su matrimonio no hubiera ocurrido nunca.


Como si se hubiera divorciado tal y como había prometido. Aún le chocaba escuchar su apellido de soltera aunque había sido ella la que así se lo había pedido a los criados.


—Estaba limpiando algunas de las cosas de su padrastro, tal y como usted me pidió —dijo mientras acudía a la puerta—. Estuve a punto de tirar este sobre, pero entonces me di cuenta de que llevaba su nombre.


—Dámelo —susurró Paula.


Con la ayuda del ama de llaves y el sobre en la mano, consiguió llegar hasta una butaca del comedor.


Temía que, si se tumbaba en el sofá, no podría volver a levantarse.


Se dijo que se trataba de las contracciones habituales a lo largo del embarazo.


Sin embargo, un instante más tarde, otro fuerte dolor la desgarró por dentro.


Respiró tal y como le habían enseñado en las clases de preparación al parto y trató de controlar el repentino miedo. Su cuerpo le decía que había llegado la hora.


Estaba de parto.


Y no quería tener a su hijo sola.


Siempre había creído que Pedro volvería a su lado. ¿Por qué iba a hacerlo?


Después de todo lo que ella le había dicho durante la discusión que los dos tuvieron sobre su padre…


Su padre.


Abrió el sobre que el ama de llaves le había dado y que llevaba la letra de su padrastro.


Querida Pau:
Encontré esta carta entre los objetos personales de tu madre después de que muriera. No
sabía si debías verla. A veces, creo que es mejor no saber la verdad. Dejaré que el destino
decida. Tu madre te quiso siempre mucho y yo también. Que Dios te bendiga.


Había otro sobre más pequeño dentro. No hizo caso a otra contracción porque acababa de ver la letra de su padre en el sobre. Era una carta de amor, fechada el día de antes de que la prensa se hiciera eco de la estafa de su padre.



Barbara:

No puedo seguir mintiendo. Te dejo. Mi secretaria quiere una aventura, como yo, como tú solías buscarla en el pasado. Sin embargo, no debes preocuparte, cariño. La niña y tú estaréis bien. He conseguido una buena cantidad de dinero, lo que me deberían haber dado a lo largo de los años. He dejado la mitad del dinero para ti.
Damian.






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