sábado, 13 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 55



—¿Qué has dicho? —los ojos de Eugenia estaban tan abiertos como su boca mientras miraba a Paula.


—Dormí con Pedro —repitió.


—¡Santo cielo! Dios mío, Pau... ¿cuándo?


—Varias veces


—¡Santo cielo! Y... hmmm... —sacudió la cabeza—. ¿Exactamente cuántas veces es «varias veces»?


—Muchos —se encogió de hombros—. Tenemos... una relación.


—¡Qué tenéis una relación! —la sorpresa de Eugenia se reflejó en las caras de los clientes de la cafetería del hotel que dirigía. Bajó la voz—. No puedo creerlo, Pau... quiero decir, ¡santo cielo! Una relación... y con Pedro, de todos los hombres...


—Créelo. Llevamos viviendo juntos...


—Viviendo... San...


—Ha empeorado —cortó antes de que Eugenia agotara la paciencia del Vaticano—. Me he enamorado de él.


—Bueno, eso ya lo había adivinado —agitó una mano—. Jamás te has acostado con un hombre del que no estuvieras enamorada.


—Sí, y jamás me había acostado con un hombre y rezado para estar embarazada.


—¿Vas a tener el hijo de Pedro?


—Lo único... —deseó que la pregunta no doliera tanto—. Lo único que quiero más que eso es a él. Pero... pero sé que me quedaré sin ninguno de los dos —y por enésima vez aquella mañana prorrumpió en sollozos.


Después de desperdiciar tres horas del tiempo de Porter Corporation manteniendo alejada a Eugenia de sus deberes para contarle toda la historia, Paula supo que era hora de recuperarse. Y como siempre que se sentía desgraciada o un romance empezaba a desmoronarse, decidió ir de compras.


Como comprar el sofá no había solucionado de inmediato el dolor de perder a Ivan, cuando sólo imaginaba estar enamorada de él, más muebles no la ayudarían en el caso de Pedro. Quería algo más personal, como un collar o un anillo, tal vez... ¡no, un anillo no!


No necesitaba recordatorios de lo asombrosamente romántico que podía ser; le hacía falta algo que la convenciera de lo bien que estaba sin él.


¡La cocina! Pedro siempre insultaba sus habilidades culinarias y su deseo de cocinar...


Compraría algunos libros de recetas y todo el equipo que fuera necesario para convertirla en un genio de la cocina. ¡Luego haría que él se comiera sus palabras!


Cuatro horas y miles de dólares más tarde, Paula se sentía desgraciada hasta el punto del dolor físico. Lo único que había conseguido era demostrar que cuando amabas a alguien con el corazón y el alma, y ese amor no era recíproco, no importaba lo que compraras, pelaras, cortaras o picaras, nada podía bloquear la angustia.


Con un poco de suerte, la tercera taza de té de camomila la ayudaría a pasar la noche sin que se desmoronara delante de Pedro. Aunque tras un día de llorar de forma casi ininterrumpida, supuso que podía imaginar que ya había dejado atrás la fase de las lágrimas. Quizá en un día o dos, cuando le entregaran el juego de comedor que había adquirido, estaría de mejor ánimo para apreciar las cosas y pudiera dar una fiesta para marcar el inicio de un futuro sin hijos, soltera y sin amor.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario