domingo, 7 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 35




Supuso que Pedro tardaría unos minutos en tranquilizar al personal del hotel de que todo estaba bajo control, lo cual le brindaba la misma cantidad de tiempo antes de que le exigiera una explicación. Lo único que tenía que hacer era imaginar algo mejor que «Enamorarme de tí me ha convertido en una mezcla de insomne y pirómana».


Antes de poder terminar de ponerse unos pantalones cortos y una camiseta oyó la llamada en la puerta del dormitorio; el pánico hizo que se dirigiera a un rincón de la cama antes de recordar que había echado el cerrojo.


—La costa está despejada, Pau. Puedes abrir. Pau... vamos, abre. Me gustaría oír tu explicación.


—No.


—¿No? ¿No crees que merezco una explicación para tu intento de asarme?


—Fue un accidente.


—Menos mal, eso hace que me sienta mejor.


—¿No podemos hablar por la mañana? —aferró la camiseta y apoyó la cabeza contra la puerta— Estoy cansada, Pedro.


—Levantarte en medio de la noche para tomar un baño e incendiar la casa agota mucho.


—Tenía problemas para dormir —a pesar de todo, sonrió—. Un baño relajante parecía una buena idea. Supongo que olvidé que había puesto unas tostadas, y la tostadora debió atascarse.


—¿Crees que eso es lo que pasó? —sonó incrédulo—. Debiste beberte gran parte de la
botella de vino para no oler el humo, Pau. Parecías bastante rara cuando te encontré. No estarás borracha, ¿verdad?


—¡Claro que no estoy borracha! Sólo tomé una copa y algo antes de...


—Tranquila, cariño —cortó la acalorada negativa—. Sólo preguntaba. Aunque beber en la bañera cuando estás cansada puede ser peligroso. Si no hubiera sido por el detector de humos, te podrías haber ahogado antes de resultar incinerada.


—¿De verdad? —Paula miró al techo—. ¿Eso habría convertido mi fallecimiento en una doble fatalidad, o únicamente habría significado que estaba doblemente muerta?


—Abre y hablaremos de ello —rió con calidez y habló con voz tentadora.


Pedro, estoy cansada.


—Los dos podremos irnos a la cama en cuanto me hayas contado la historia.


—De acuerdo; para que podamos dormir, he aquí una versión condensada.


—Dispara.


—No podía dormir —«por tu culpa», añadió en silencio—. Así que decidí relajarme en la bañera con un buen libro y una copa de vino.


—Y las tostadas —insertó él—. No quiero que las olvides una segunda vez.


—¡Todavía no había llegado a ellas! —plantó las manos en las caderas y contempló la puerta—. ¿Quién cuenta esta historia? ¿Tú o yo?


—Lo siento. Continúa.


—Gracias. Mientras la bañera se llenaba fui a buscar el vino, y ahí es cuando vi las tostadas del desayuno. Las metí en la tostadora—, llevé el vino al cuarto de baño, me serví una copa y debi... —calló al decidir que por interés de resumir la historia sería mejor eliminar «y debido a que me tenías tan tensa me lo bebí de un trago»—. Y entonces, hmm, me metí en el agua. En algún momento me serví otra copa de vino —reconoció—. Pero debes achacarle al cautivador estilo de Stephen King el que no pueda darte la hora exacta —dijo, aún irritada por insinuar que estaba borracha—. Es evidente que dormité algo, de lo contrario habría olido el humo. Lo siguiente que sé es que me desperté con un aullido endemoniado. De modo que si tenía «aspecto raro», como has dicho tú, es porque pensé que de repente me hallaba inmersa en el capítulo quince como la siguiente víctima. Además, Pedro, así como sé que soy responsable de todo este... drama, detesto que hayas dado a entender que se produjo porque estaba ebria y sumida en un estupor. Pues no es así.


—No, el que está en un estupor soy yo.




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