domingo, 7 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 36



Al principio la sorpresa la paralizó. Luego hizo que girara en redondo y se quedara mirando boquiabierta al hombre apoyado en el marco de la puerta del cuarto de baño.


Se lo veía tan atractivo y sexy con los brazos musculosos cruzados al pecho, que Paula tuvo la certeza de que le faltaba poco para fundirse con la alfombra.


Cuando la navidad pasada le regaló esos calzoncillos amarillos como broma, nunca pensó que se los pondría, y menos aún que le sentaran tan bien.


—Dios mío... eres tan hermosa, Paula Chaves —no fue el tono seductor de su comentario lo que la sacó de su ensoñación, sino el efecto colateral de que se le hiciera un nudo en el estómago ante el destello de aprecio en sus ojos al recorrer todo su cuerpo. Ruborizándose, se tapó los pechos con la camiseta—. Es demasiado tarde, Pau—sonrió con gesto divertido—. Ya te he visto con mucho menos que unos pantaloncitos —con paso lánguido comenzó a avanzar hacia ella.


—Eh... Pedro... yo... hmmm... —el inteligente intento de contrarrestar su avance y sus caricias visuales farfullando, tartamudeando y tratando de retroceder a través de una puerta cerrada no funcionó. Él plantó la mano derecha contra la puerta a la izquierda de su cabeza, y con la otra apartó con facilidad el brazo de la camiseta que separaba sus torsos desnudos—. Pedro... ¿Para qué... has... has venido aquí? —preguntó.


Él no respondió, y el corazón de Pau se desbocó al sentir el contacto sedoso de los calzoncillos contra su muslo. Luego el vello de su pecho le rozó los pezones y el nivel de decibelios de su corazón se disparó hasta hacerle vibrar todo el cuerpo.


—¿Qué... qué haces? —jadeó mientras experimentaba un escalofrío erótico.


—Adivínalo, Pau.


Las imágenes que pasaban por su cabeza estaban más allá de la adivinación. Pero como expresarlas en voz alta la harían quedar como una buscona o, peor aún, como una tonta enamorada, pretendió aligerar la situación.


—Hmm... Ah... ¿intentas conseguir... no dormir en el sofá?


—Pau, esa es una conjetura conservadora —su sonrisa fue tan suave como los nudillos con que le rozó la mejilla— Espero que seas más lanzada. Te diré una cosa —añadió, y movió la mano que tenía al costado de su cabeza hasta colocarla detrás de su nuca—. Sostén esto y te daré una pista.


Bajó la vista a lo que le había metido en la mano y descubrió que se trataba de una caja de preservativos. Quizá no representara un compromiso de por vida, pero una caja entera, sin abrir, tenía que significar que Pedro pensaba más allá de esa noche.


Sintió un nudo en la garganta.


—Pau —musitó, alzándole la barbilla. No apartó los ojos de ella mientras le acariciaba el cuello y bajaba la cabeza—. Concéntrate —instó—. Esta es una pista...




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