jueves, 4 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 24





Paula miró el despertador, luego se dio la vuelta y se negó a responder a los golpes en la puerta. 


Los pensamientos sobre Pedro la habían mantenido despierta casi la mitad de la noche, y estaba loco si pensaba que la dejaría sacarla de la cama a esa hora tan intempestiva. Aunque la ola que de repente ondeó en el colchón de agua estuvo a punto de tirarla al suelo.


—¿Qué de...? —una mano le tapó la boca.


—¡Shh! —el susurro de Pedro sonó apremiante, su rostro sin afeitar estaba alarmado. ¡Y su magnífico cuerpo desnudo! Bueno, al menos de la cintura para arriba; Paula no se atrevió a mirar más abajo—. No subas la voz —advirtió él.


—¿Cómo entraste aquí? —le asió la muñeca y le apartó la mano—. Eché el cerrojo.


—Lo sé. Tuve que entrar por el cuarto de baño —frunció el ceño—. ¿Por qué cerraste...? Olvídalo; hay alguien en la puerta.


—Pues... ve a abrir.


—Escucha, Pau —maldijo cuando los golpes se hicieron más sonoros—. ¿Carey te vio anoche? —ella sacudió la cabeza, más para despejarla que otra cosa, aunque Pedro lo tomó como una negativa—. De acuerdo, entonces nuestra charada no ha sido descubierta, así que demos por hecho que es Rebeca quien...


—¿No podríamos empezar el día con una nota positiva y suponer que es la Muerte?


—Ya he cerrado el sofá —se levantó de la cama, y gracias a Dios llevaba calzoncillos—, pero será mejor que salgas tú a ver qué quiere.


—¿Es que aún no lo has deducido? Chico, eres lento.


—Ponte esto —hizo caso omiso del sarcasmo, la miró con desaprobación y alargó la camisa que había llevado la noche anterior—. Una camiseta larga de un equipo de fútbol de Sydney no sugiere una noche de pasión.


—Es gracioso —le quitó la camisa de la mano—, pero su dueño no pensaba lo mismo cuando me la dio —satisfecha con la mueca que provocó en él su comentario, Paula se metió en el baño y rápidamente se cambió, decidida a no prestarle atención a la fragancia de la colonia de Pedro.


El bajo de la camisa le llegaba hasta la mitad de los muslos y cubría más que la camiseta.


—¡Date prisa, Pau!


—Lo intento, maldita sea —se abotonó la camisa y levantó el cuello para parecer sexy—. ¡Ya voy! —anunció, saliendo del baño. Al llegar a la puerta de la cabaña, se obligó a hablar con voz alegre—. ¿Quién es?


—Lady Mulligan —fue la seca respuesta.


—Buenos días, lady Mulligan —abrió y esbozó una amplia y falsa sonrisa—. ¿Cómo estás? Cielos, ¿no es un día maravilloso?


Cuando la mujer la inspeccionó con descortesía de arriba abajo, Paula le devolvió el insulto y decidió que debía ser una de las raras ocasiones en que iba demasiado vestida. Así como el body y los pantaloncitos de la morena no dejaban mucho a la imaginación, no resultaban tan sugerentes como la camisa de un hombre sin nada debajo.


—¿Está Pedro? Tengo que hablar con él.


—Bueno, sí... pero, hmm, no está vestido para recibir... si es que me entiendes.


—Entonces esperaré... —una mueca reveló unos dientes magníficamente blancos—. Si no te importa.


A Paula le importaba, y sintió la tentación de...


—¿Quién es, cariño?





No hay comentarios.:

Publicar un comentario