miércoles, 3 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 23




Paula suspiró. Cuando se trataba de negocios, con la excepción de Damian, Pedro era la persona más monotemática que conocía. Lo cual probablemente fuera bueno, ya que esa noche ella no había pensado para nada en los negocios. En el pasado había aceptado el atractivo de Pedro como la noche sigue al día, pero en menos de veinticuatro horas la atracción de él parecía más ardiente y cegadora que el sol.


—Pau, escucha... estoy seguro de que podemos sacarlo adelante si unimos nuestras cabezas —el tópico invocó en Paula una imagen que no tenía nada que ver con la cooperación intelectual y que casi rozaba la copulación, por lo que sacudió con vigor la cabeza. En menos de un abrir y cerrar de ojos él recortó la distancia que los separaba y la agarró de los hombros—. Vamos, Pau, sabes lo importante que esto es para Damian —insistió—. Toda su vida ha estado tratando de comprar una isla. Se morirá si pierde esta oportunidad.


—Eso... eso es chantaje emocional —tartamudeó ella cuando las manos de él subieron hasta su cuello y le alzaron la cabeza para que lo mirara— Hmm... reconozco que se sentirá decepcionado, pero no podemos evitarlo.


—Sí que podemos —afirmó, su proximidad y contacto hicieron que las hormonas de ella sugirieran cosas que habrían hecho que Rebeca pareciera tímida con los hombres—. Te estás rindiendo con mucha facilidad, Pau.
En ese momento libraba la batalla de su vida contra las tentaciones que jamás había esperado sentir ante Pedro. Era como de la familia.


—Estoy siendo sensata —«¿alguna vez se habían pronunciado palabras más ciertas?», se preguntó al apartarse de él—. No hay modo en que podamos sacar esto adelante. Fue una idea demencial desde el principio, pero ahora es imposible.


—Pau, ¿por favor? Escúchame. Tenemos que analizarlo con calma —para él resultaba fácil hablar de calma. ¡No se encontraba a un tris de desnudarse y arrojarse sobre ella! ¿Acaso estaba borracha? No parecía probable, ya que había bebido pocas copas de champán, aunque sería una forma ideal de explicar qué sentía—. ¿Por qué no preparo una copa, nos sentamos y consideramos las opciones que tenemos?


Si en la pista de baile había pensado que era vulnerable, no se comparaba con lo que sentía en ese momento. Permanecer cerca de él e introducir más alcohol en un cuerpo ya embriagado por su masculinidad era una locura.


—No quiero una copa. Y se supone que no debes beber tras recibir un golpe en la cabeza.


—Bueno... de acuerdo. ¿Preparo café y...?


—¡No, Pedro! ¡No quiero nada! —sintiéndose una tonta por el deje de histeria en su réplica, respiró hondo antes de adoptar un tono más racional y compuesto—. Mira, coincido en que al menos por Damian deberíamos hablar...


—Bien. Entonces...


—Esta noche no, Pedro. Es tarde y me encuentro demasiado cansada para pensar con claridad. ¿Vale?


Pedro sentía cualquier cosa menos cansancio. Y, para ser franco, pensar era lo último que quería que ella hiciera. Estaba convencido de que en la pista de baile ella no había estado pensando, por lo menos hasta que apareció el idiota de Carey. Sintió una nueva oleada de furia. ¿Qué demonios veía en ese cretino? Al oír el suspiro de ella, se recompuso mentalmente y alzó la vista para verla en el umbral del dormitorio.


—Perdona, ¿qué has dicho?


—Que hablaremos por la mañana. Buenas noches, Pedro —cerró la puerta antes de darle una oportunidad para responder, pero al rato salió con una almohada pegada al pecho; él ya había logrado abrir el sofá—. No pongas esa expresión tan abatida —sonrió, la cara ya sin maquillaje—. ¿Quién sabe? Tal vez después de una buena noche de sueño podremos encontrar un modo para seguir en la carrera por la isla.


—A ti te resulta fácil decirlo —musitó—. Tú no tienes que dormir en este colchón de desdicha.


—Es verdad. Y como todo esto del matrimonio fue idea tuya, podría ser dura y decir que tú te habías hecho la cama y que no deberías quejarte por dormir en ella. Pero no lo haré... —el rostro se le iluminó con una expresión maliciosa—. ¡Porque no hay sábanas!


—Bromeas, ¿no?


—No. Aunque la buena noticia es que tienes una almohada. ¡Toma, agárrala!


La almohada chocó contra su cara en el mismo instante en que la puerta del dormitorio se cerraba.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario