miércoles, 3 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 21




—¡No vas a ponerle fin a este matrimonio, Paula, y no hay más que hablar! —arrojó la llave de la cabaña sobre la mesa con tal fuerza que resbaló por la mesa hasta caer a los pies de ella. 


Mientras Pau la recogía, él se dirigió al bar.


Damian siempre les había dicho que el autocontrol era el elemento más crucial para retener la ventaja en todas las situaciones. Vivir de acuerdo con ese lema nunca había sido fácil para ella, a pesar de la naturalidad con la que Pedro y el padrino lo habían conseguido; aunque en el caso de Pedro, hasta ese momento. No recordaba haberlo visto nunca tan irritado. Por lo general era ella quien se exaltaba y él mantenía una calma estoica cercana a la indiferencia.


Había que reconocer que al principio se tomó la noticia con su normal ecuanimidad, explicándole al borracho sir Frank y a su suspicaz esposa que Paula no se encontraba bien y que deseaba llevarla a casa. Para ella, el regreso del hotel a la cabaña había sido una imagen borrosa de vegetación tropical, porque Pedro la arrastró por el sendero estrecho sin parar de musitar cosas.


—¡Hablo en serio, Paula! Permaneceremos casados. ¡Fin de la historia!


Pedro, sabes que el hecho de que Ivan se encuentre aquí lo cambia todo —hizo caso
omiso de la mirada asesina que le dirigió mientras abría una botella de cerveza—.
Hablémoslo de forma racional. Los tres.


—¿Los tres? —le tembló la mano y se quedó con la botella a medio camino de la boca—. ¿No olvidas a alguien?


—¿A quién? —frunció el ceño.


—¿El nombre de Kiara Dent hace sonar... alguna campanilla nupcial, Pau?


—Kiara no está aquí.


—Estás segura, ¿no? —soltó una risa irónica y cruel.


—Sí. Ivan estaba solo.


—¡Quieres despertar! Eso no significa que su esposa no se hallara desnuda bajo las
sábanas esperándolo arriba, ¿no?


Pedro...


—¿No, Pau? —repitió—. Puede que desees creer que el matrimonio de Carey no es... un matrimonio de verdad, pero no lo sabes con seguridad. ¿Verdad? ¿Verdad, Pau?


—¡De acuerdo! Si te hace feliz, no. Supongo que es posible que Kiara estuviera arriba.


—Más que posible, si conozco a Carey —alzó la botella en un brindis de burla.


—¡Se acabó, Pedro! No lo conoces —respiró hondo para calmarse y se recordó que era natural que Pedro estuviera molesto por la inevitable pérdida de la compra de Illusion Island—. Mira, Pedro —añadió, sorprendida de poder sonar tan tranquila—, aunque Kiara se hallara arriba... eso no cambia nada.


—¡Qué no cambia nada! ¡Maldita hipócrita!


—Yo... yo... —el asombro y la indignación hicieron que tartamudeara— ...¡no lo soy! ¿Cómo te atreves...?


—¿Cómo llamarías a una persona que ridiculiza a alguien por algo y que luego se da la vuelta para anunciar que ella va a hacer lo mismo? —retó.


—¿A quién ridiculicé?


—¡A Rebeca! Pero olvídate de eso... —agitó la botella—. Probemos con esto... ¿Cómo llamas a alguien que promete hacer algo por alguien y luego se retracta cuando encuentra otra cosa que le gusta más? ¿Eh? —demandó—. ¿O a alguien que le da la espalda al hombre que la crió la única vez que él cuenta con ella? ¿Cómo, Pau?


—¡No eres justo! ¡No es mi culpa que esto le vaya a costar a Damian el trato! ¡Tú eres quien quiso que fingiéramos que estábamos casados!


—¡Sí, pero no soy yo quien le pone fin porque me vuelve loca un hombre casado! —la feroz acusación pareció reverberar en la habitación, y Pedro supo que se había pasado cuando Pau no replicó en el acto con algún comentario sarcástico. ¡Maldita sea! ¿Qué le pasaba? 


Estaba sacando las cosas de quicio. La situación requería un replanteamiento lógico, pero en vez de eso había dejado que su temperamento lo hundiera en una ciénaga. Ella se lo quedo mirando con ojos nublados por el dolor. Era evidente que Carey le importaba de verdad—. Lo siento, Pau. Fue un golpe bajo.




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