lunes, 1 de junio de 2020
MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 15
Irritado por contemplar algo tan irrelevante, intentó solucionar con la máxima sencillez lo que para Pau parecía un problema enorme.
—Te diré lo que harás —indicó—. ¿Por qué no eliges el que a ti te gusta más, y si alguien insinúa que soy tacaño o no estoy lo bastante loco por ti, yo comentaré que no querías otra cosa y que, en última instancia, me pareció apropiado dejar que la elección fuera tuya, ya que quería cerciorarme de que lo llevaras toda la vida? ¿Te parece bien? —Paula se quedó quieta como una estatua y lo miró con boquiabierto asombro—. ¿Qué? —mentalmente intentó saber en qué había metido la pata—. ¿Qué he dicho?
—La cosa más romántica que jamás ha salido de tu boca, Pedro Alfonso —meneó la cabeza—.
¿Quién lo habría imaginado?
—Eh —protestó, sintiendo la necesidad de defenderse ante su exagerada sorpresa—.
Quiero que sepas que he dicho muchas cosas románticas en mi vida.
—Me refería vestido —momentos después se levantó y agitó la mano— De acuerdo, la decisión ya está tomada. Vámonos. Cuanto antes empiece esta pesadilla, antes se acabará.
Pedro estaba seguro de que el mono que se había puesto era el mismo que había usado en
la celebración de Nochevieja, aunque cuando una mujer tenía tantos modelos en tantas
variedades de amarillo como Pau, resultaba difícil saberlo con certeza. Pero el cuello alto y la abundancia de hombros que revelaba se le había quedado grabado.
Así como Paula no tenía las curvas voluptuosas de las mujeres con las que habitualmente salía, era muy proporcionada y tenía un porte tan elegante que hacía que los hombres volvieran la cabeza.
—Bueno —dijo ella—, ahora levántate de mi cama y vayámonos.
—Para alguien que supuestamente teme la noche que le espera, tienes muchas ganas de
irte —miró la hora—. ¿Qué prisa hay? Aún nos quedan veinte minutos, y andando se llega al hotel en menos de cinco.
—Lo sé, pero si llegamos tarde, dará la impresión de que nos demoramos en el dormitorio.
—¿Y eso no seria bueno en estas circunstancias? —comentó, desconcertado por las imágenes que de inmediato brotaron en su mente.
—Hmm. Demasiado evidente —repuso—. Si de verdad hubiéramos estado tonteando,
intentaríamos ocultarlo en vez de exhibirlo. Será mejor que lleguemos pronto, así se sentirán obligados a disculparse por hacemos esperar.
—Tienes experiencia en esto —acusó Pedro.
—¿En fingir estar casada? No. Lo que pasa es que sé cómo piensa una mujer como Rebeca
—cuando Pedro dejó de tratar de analizar ese comentario, Paula había salido del dormitorio y mostraba su impaciencia moviendo el pie delante de la puerta de entrada—. Vamos, cariño —lo llamó con un gesto del dedo—. Es importante que dispongamos de tiempo para asentarnos en nuestro papel antes de que ellos lleguen. Podemos tomar una copa en el bar y probar nuestra actuación con el camarero.
—¿Seguro que no quieres que sincronicemos los relojes? —bromeó—. O quizá deberíamos estudiar las señales que vas a emplear cuando diga o haga algo equivocado —sugirió con falsa inocencia.
—No te preocupes, Pedro —lo tranquilizó con una sonrisa—. Tengo una fe absoluta en ti. Además, si da la impresión de que estás en peligro de estropearlo, te lo haré saber mediante una sutil patada en la espinilla o un codazo en las costillas.
—Bueno, imagino que eso es mejor que vaciarme una cubitera en la cabeza —comentó.
—Juro que no recurriré a eso a menos que sea absolutamente necesario —reía cuando Pedro la dejó pasar por la puerta y se volvió para cerrarla, de modo que la palabrota que soltó lo pilló desprevenido. Pero antes de que pudiera girar para ver qué sucedía, ella usó su cuerpo para inmovilizarlo contra la puerta—. Devoradora de hombres a las dos en punto —susurró con urgencia—. ¡No hagas nada!
¡Y de pronto Pedro se encontró recibiendo un beso profundo!
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