domingo, 28 de junio de 2020

A TODO RIESGO: CAPITULO 44





Todavía estaba pensando en Pedro cuando recibió una nueva llamada de Joaquin, para recibir noticias de su última crisis.


—La reunión fue un fracaso. No veas lo contento que me pondré cuando des a luz y puedas estar de vuelta en la oficina.


—Qué bonito es que la echen a una de menos —repuso, irónica.


—No hay nada bonito en esta situación. El equipo de fusión está manteniendo en suspenso las negociaciones.


—Seguro que te las podrás arreglar.


—No tan bien como tú. Yo no tengo ni tu paciencia ni tu tacto especial con los detalles. Y bien, ¿cuándo vas a volver? Supongo que te estarás aburriendo de lo lindo ahí sola, en ese casa tan antigua…


—Adoro El Palo del Pelícano. Y sabes perfectamente cuándo vuelvo. Lo tienes apuntado en tu agenda.


—Podrías volver antes.


—No cuentes con ello.


—Ah, tu secretaria me encargó que te dijera que han llamado de una agencia de adopción de Baton Rouge. Querían saber si ya habías tomado una decisión. Supongo que ya lo habrás hecho.


—No exactamente.


—No lo entiendo. Tú siempre has sido mucho más organizada y detallista que yo, y…


—¿Por eso llamaste a mi madre?


—No te pongas así. Simplemente se me ocurrió que ella podría hacerte entrar en razón en caso de que estuvieras acariciando la idea de quedarte con el bebé. Tú misma dijiste que tu modo de vida no es en absoluto el adecuado para criar a un niño. Piensa en la cantidad de horas que invertimos en el trabajo. En los muchos viajes que hacemos…


—Sé lo que te dije, Joaquin.


—Bueno, pocas mujeres de tu edad han llegado tan alto como tú. No me gustaría que renunciaras a todo esto solo para criar a un niño que ni siquiera es tuyo.


—Aprecio tu interés.


—Pues no lo parece. Mira, me preocupa que estés ahí, tú sola, en un momento como este. Este fin de semana podría hacerte una visita, sacarte a cenar…


—No te molestes, Joaquin. No hace falta. Además, no estoy sola. Estoy con una amistad.


—Ah, menos mal. ¿Quién es ella?


—Él. Un antiguo compañero de universidad.


—Bueno, al menos los dos sabemos que no quiere acostarte contigo. No con la figura que tienes ahora.


—Gracias. Muy caballeroso por tu parte. Tú sí que sabes halagar a una dama —de repente sonó el timbre de la puerta. Apartó la cortina y se asomó a la ventana: era Sandra Birney, con un plato cubierto en las manos—.Alguien está llamando, Joaquin. ¿Hay algo relacionado con el trabajo que necesites preguntarme?


—No. Cuídate. Aquí te echamos mucho de menos, yo sobre todo. Ayer me quedé hasta medianoche elaborando un informe que entre los dos habríamos tardado media hora en hacerlo.


Un informe, pensó Paula, que probablemente ella habría tenido que hacer sola, sin su ayuda.


—Te dejo. Hasta luego.


Para cuando colgó el teléfono, Pedro ya había hecho pasar a Sandra y se estaba presentando, aunque Paula estaba segura de que ya lo sabía todo sobre él: las noticias volaban en Orange Beach




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