sábado, 2 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 9




Empezaron a sentir las vibraciones de una máquina pesada mientras apartaba los ladrillos que se hallaban sobre ellos. Unos quince minutos después se oyó el ruido de las plataformas al ser retiradas y Paula cerró los ojos con fuerza ante la repentina invasión de luz.


De rodillas para abajo, su cuerpo aún estaba atrapado bajo el último tablón de madera astillada. A su alrededor oyó las voces de los miembros de la cuadrilla de rescate y de los enfermeros.


—Vamos a sacarte a ti primero, Alfie.


—Vamos a cortar el tablón, Paula. ¿Puedes moverte?


—No mucho.


Alfie trató de salir de la cavidad por su cuenta, pero tenía los miembros totalmente rígidos y necesitó ayuda. A continuación hubo más preguntas.


—¿Tienes sensación de mareo?


—¿Puedes beber esto?


Un momento después, Alfie estaba tambaleándose sobre sus pies, que era la única parte de su cuerpo que podía ver Paula. En cuanto dejó de estar en contacto con él volvió a ponerse a temblar.


Trató de decir su nombre, de darle las gracias, de decirle que no se fuera, pero las palabras se negaron a salir de su garganta. Trató de mover las piernas pero estuvo a punto de desmayarse de dolor.


—Vamos a necesitar más herramientas —dijo alguien.


Alguien más había dejado caer una manta sobre ella y había colocado un cojín bajo su cabeza. 


Un estetoscopio osciló ante su borrosa visión y Paula aferró de inmediato la mano que buscaba el disco plateado del extremo.


—Mi bebe —dijo, angustiada—. Estoy embarazada. ¡No dejen que le pase nada a mi bebe, por favor!


Sus palabras desataron una nueva serie de preguntas por parte del enfermero. Paula las contestó lo mejor que pudo y luego oyó otras voces por encima de ella.


—Hay una ambulancia para ti, Alfie.


—No estoy herido. Quiero ir a casa a ver a mis hijos.


—Antes tenemos que comprobar cómo estás.


—Examinadme aquí mismo. Luego me voy a casa. Mamá estará histérica. No sabía que hoy venía a la obra. No se habrá...


—Va a necesitar anestesia local en la pierna y... —la nueva voz cubrió la de Alfie y Paula no pudo oír el final de ninguna de las dos frases. Un momento después oyó de nuevo y con más claridad la segunda voz—. Voy a ponerle una inyección, ¿de acuerdo?


—De acuerdo —contestó—. ¿Dónde?


—En la pierna. También voy a ponerle un goteo en la mano.


—Adelante.


—¿Está vacunada del tétanos?


—Tuve que ponerme la vacuna hace dos años.


—La tensión y el pulso están bien, pero hay que empezar con antibióticos y también le vamos a suministrar un sedante, porque puede que aún tenga que pasar un rato aquí si no logramos sacar esa pierna.


—Hagan lo que tengan que hacer.


Lo hicieron. Y no fue agradable.


«Voy a desmayarme», pensó Paula cuando vio cómo sacaban el trozo de madera de su pierna.


Cerró los ojos. Se sentía adormecida y como ajena a lo que sucedía. El sedante debía haberle hecho efecto, y lo agradeció. La anestesia local no había adormecido por completo el dolor.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario